sábado, 8 de marzo de 2008

19 notas sobre la situación colombiana

César Villalona

1. La guerra de Colombia es un negocio político y económico para el gobierno y los grupos poder económico en Estados Unidos, por varias razones:

a) Le permite al gobierno mantener tropas en ese país, en Perú y en Ecuador (de donde pronto saldrá, pues la base de Manta terminará este año). Esa presencia militar constituye una amenaza latente contra el resto de países, sobre todo donde avanzan las transformaciones democráticas y revolucionarias. Además, está vinculada a las zonas de reservas hídricas, energéticas y de biodiversidad.

b) La industria armamentista tiene un mercado asegurado con el Estado, que le compra los medios de guerra que destina a Colombia y a sus bases en el sur.

c) La guerra permite que el mercado de la droga continúe en expansión, pues en un país en guerra paz y con un gobierno financiado por los traficantes no se puede combatir el mercado de drogas. En ese mercado participan los dueños de las plantaciones, los comerciantes exportadores y los importadores de Estados Unidos. La venta y compra de drogas es tan lucrativa como la venta de vehículos, máquinas o cualquier otro producto rentable. Solo que es un mercado informal, pero no de microempresarios, sino de multimillonarios. Las drogas, además, sirven para mantener a buena parte de la población de Estados Unidos mirando televisión y pensando en todo, menos en política.

2. Si lo dicho anteriormente fuera cierto, entonces sería obvio concluir que el gobierno de Estados Unidos no quiere la paz en Colombia, ni siquiera bajo un esquema de derrota de las FARC y el ELN. Su interés es prolongar el conflicto, pero manteniendo a raya a los grupos guerrilleros, o sea, asegurando con no son opción real de poder. Ponerle fin a la guerra tiene menos sentido hoy, cuando Estados Unidos enfrenta el avance de la izquierda y de proyectos democratizantes en Suramérica. Su presencia militar en Colombia y Perú tiene carácter estratégico.

3. La guerra en Colombia no tiene salida militar. Las FARC no pueden ser derrotadas ni poseen base de apoyo nacional como para tomar el poder por la vía político-militar. La guerra, entonces, puede extenderse sin que a Estados Unidos le genere preocupación, al menos mientras no haya un equilibrio estratégico.

4. El gobierno de Venezuela, conciente del interés norteamericano e interesado en integrar esfuerzos económicos y políticos con los gobiernos del sur, se involucró en el conflicto colombiano bajo la forma de mediador para un canje humanitario, a fin de ir creando las bases para un futuro acuerdo de paz que le ponga fin a la guerra. Para Venezuela es clave la integración del sur y el cierre de los mercados de consumo y las fuentes energéticas tan apetecidas por Estados Unidos, que enfrenta crisis de sobreproducción cada vez más cortas y carece de los recursos energéticos que mueve la economía.

5. La iniciativa de Chávez para el canje no le gustó a Uribe ni Estados Unidos, pero el apoyo de la Unión Europea (no solo de Francia) colocó al gobierno colombiano en una difícil situación. Como Uribe no podía rechazar a Europa, aceptó la mediación de Venezuela, pero sin negociar con las FARC. Optó por aceptar que la guerrilla entregara prisioneros y prisioneras, pero sin reconocerla como fuerza beligerante. Su lógica era correcta, pues no se indisponía ante Europa ni ante los sectores que en Colombia demandan la liberación, sobre todo los familiares de la gente retenida. Uribe tampoco desobedecía a Estados Unidos, pues al no aceptar el canje humanitario no liberaría a cientos de guerrilleros ni reconocía a las FARC.

6. Chávez se coló en una guerra que hasta entonces había sido un coto de Estados Unidos. Y lo hizo de una forma inobjetable, como propulsor de la paz y con el apoyo de Europa y Suramérica.

7. El siguiente paso de Uribe consistía en bloquear la entrega de presos y presas por parte de las FARC, para eliminar la ingerencia de Chávez e impedir el protagonismo de la guerrilla. En eso Uribe tuvo un éxito inicial, cuando provocó la muerte de varios apresados de las FARC y cuado impidió la liberación de las Clara Rojas y Consuelo González. Pero luego tuvo que ceder, dada la presión de Europa y, en menor medida, de la sociedad colombiana.

8. Chávez siguió adelante, aunque Uribe no negociara el canje humanitario. Y las FARC procedieron a nuevas liberaciones. Hasta ese momento, Uribe estaba reculando. El gobierno de Venezuela ganaba puntos y las FARC eran noticia en el mundo entero. Además, las personas liberadas atacaron a los militares y a Uribe (aunque Clara Rojas después se le unió). En las ruedas de prensa dadas en Caracas. Al tiempo que criticaban a las FARC, la emprendieron con fuerza contra gobierno de Colombia, al que acusaron de no querer la paz y de lucrarse con la guerra, sobre todo los militares. También enfatizaron que la guerra no tenía salida militar, que había que negociar y que se dedicarían a luchar por la paz.

9. La política de negociación es contraria al interés del gobierno, que no tiene capacidad ni siquiera de iniciar un diálogo. Uribe no quiere ni puede negociar nada. Además, el gobierno norteamericano no lo dejaría, aún si mostrara interés.

10. Como el gobierno de Venezuela y las FARC seguían a la ofensiva, el gobierno de Colombia intenta ponerle fin al "show chavista y terrorista". La incursión en territorio ecuatoriano tiene ese propósito. No solo se trata de aniquilar una importante unidad guerrillera y un líder de renombre, sino de provocar un incidente que de al traste con la ingerencia de Chávez y obligue a las FARC a parar las liberaciones. Esa es la lógica esencial del ataque, que pudo haberse dado antes, pues todo el mundo sabe que las FARC se mueven por esa zona de Ecuador.

11. Con el ataque, Uribe le dice a las FARC que si quiere continuar entregando personas "secuestradas", que lo haga, incluso con el apoyo de Chávez, pero que no habrá canje humanitario ni reconocimiento a sus fuerzas. Liberen a quien quieran liberar, pero la guerra sigue, incluso en territorio ecuatoriano. Ese es el mensaje.

12. Uribe paga un costo no despreciable, pues provocó la ruptura con Ecuador y casi con Venezuela. Y ha sido criticado por todos los gobiernos que han opinado, incluyendo el de Perú, sostenido por Estados Unidos, y el de Chile, que rehúsa hacer cualquier cosa que pueda molestar a Estados Unidos.

13. La respuesta de las FARC ha sido inteligente. Lamenta las bajas, pero no da muestra de debilidad ni retrocede en su intención de conseguir el canje humanitario. Ya nombró los relevos militares y planteó el tema de de Ingrid Betancourt.

14. El alboroto diplomático es grande, pero no llegará a la sangre. Colombia no guerreará con Venezuela ni con Ecuador. No tiene capacidad ni de derrotar a las FARC. Chávez dice que no aceptará que Colombia sea el Israel de Suramérica. Pero Colombia no será eso ni pretende serlo. No porque lo diga Chávez, sino porque no puede serlo. Colombia no tiene la estatura de Brasil, Argentina y Venezuela. Está bien que Chávez diga eso, para hacer política, pero los acontecimientos no se encaminan por ahí. Colombia es el enclave de las fuerzas norteamericanas, pero no su punta de lanza para agredir a otros países.

15. La OEA, Brasil y Argentina bajarán los ánimos, aunque la ruptura se mantenga. Uribe se debilita. Las FARC no. El gobierno de Colombia está a la defensiva, aunque sea criminal. Las FARC tienen casi 50 años de guerra y no dependen de un jefe político militar. Cuentan con una cantera inagotable. En la debilidad del gobierno colombiano radica lo fundamental de la coyuntura.

16. Lo estratégico, entonces, es acorralar a Uribe en las fronteras colombianas. Hacia afuera no tiene correlación. Hay que quitarle la que tiene adentro. Se necesita un fuerte movimiento que luche por el canje humanitario y por la salida negociada a la guerra. Como Uribe no tiene nada que negociar, si ese movimiento se desarrolla su única salida es reprimir. Pero esa decisión puede desmoronar su gobierno. Por eso, en las condiciones de Colombia, la lucha por la paz es esencialmente revolucionaria, pues golpea la estrategia norteamericana, de prolongación de la guerra y de no reconocimiento a las FARC.

17. La marcha del jueves próximo es de suma importancia para empujar el movimiento interno contra la política de guerra del gobierno. Las personas liberadas y sus familiares participarán. Actos similares se harán ese mismo día en muchos países.

18. Uribe ganó las elecciones de 2006 con el 62% de los votos. Es mucho. Sin embargo, Polo Democrático Alternativo, donde hay gente de izquierda y progresista, obtuvo 2 millón 609 mil votos, equivalentes al 22%. Esa cantidad es respetable. Desde hace un año Uribe viene perdiendo popularidad y Polo Democrático crece. Si esa tendencia se mantiene y si se configura un movimiento interno contra la guerra, el cuadro colombiano cambiará favorablemente para las fuerzas revolucionarias.

19. Una victoria de Polo Democrático abriría la posibilidad real de negociar con las FARC un cambio profundo en Colombia, que incluso diera al traste con el ejército. Digo que sería posible, porque el enemigo no optaría por la pasividad. Es como si durante la guerra en El Salvador el entonces FDR, con Guillermo Ungo a la cabeza, hubiera ganado unas elecciones presidenciales. El ejemplo es solo hipotético. La negociación con el FMLN se hubiera planteado en condiciones diferentes a las que había en enero de 1992.

4 de marzo de 2008

La Última Entrevista a Raúl Reyes


Las recientes liberaciones son la más contundente manifestación de la voluntad de canje de las FARC
Anibal Garzón y Ingrid Storgen
Kaos en la Red
01-03-2008
(Cuestionario de entrevista enviado a Reyes antes de la liberación de los 4 excongresistas, pero respondido después de esta liberación
Al término de la respuesta, Reyes escribió:
Muchas gracias, Raúl Reyes--Montañas de Colombia, Febrero 28 de 2008

Raúl Reyes, comandante y miembro del secretariado de las FARC-EP responde a varias preguntas para Kaos en la red sobre diversos asuntos; canje, negociación y actualidad en Colombia, Historia, conflicto con el ELN, regionalismo revolucionario latinoamericano, método-táctica de lucha, etc... Sus respuestas son del 28 de febrero

Negociación y actualidad

Cuando se puso en marcha la famosa “Operación Emmanuel” finalmente se tuvo que retrasar a causa de operaciones militares estatales realizadas cerca de donde se iban a hacer las liberaciones. ¿Qué objetivo creen las FARC que podía existir detrás de la táctica militarista de Uribe al realizar esas actividades en pleno lugar de la Operación (departamento de Meta) poniendo en peligro la vida de los rehenes?

Detrás de la táctica militarista de Uribe de impedir la liberación, sanos y salvos de los prisioneros, está el absoluto rechazo de este gobierno al canje y las salidas concertadas. En nada le importa poner en grave riesgo la vida de los prisioneros. Finalmente son más de cinco años sin que este gobierno se haya interesado en facilitar la liberación de esta gente producto de la firma del acuerdo humanitario, el cual requiere del despeje de los municipios de Pradera y Florida, garantía negada por el presidente Uribe y sin la cual las FARC no aceptan entrevistas con funcionarios del gobierno actual en ningún lugar.

¿Qué cambio le produciría a las FARC, y al contexto colombiano en general, si se cumpliese la propuesta de Chávez de otorgarle el estatus de actor beligerante en un conflicto armado nacional y de repercusión internacional?

El reconocimiento de Beligerancia propuesto por el Presidente Hugo Chávez, expresa conocimiento cabal del conflicto interno colombiano. Cuya solución definitoria requiere de salidas políticas y de reconocer la existencia de dos ejércitos enfrentados por intereses políticos, sociales y económicos muy distintos. El ejército oficial apoyado en el paramilitarismo de Estado y del otro lado el ejército conformado por las guerrillas revolucionarias de las FARC y del ELN. El canje o intercambio de prisioneros igual se hará entre el gobierno y las FARC. Una de las trabas interpuestas por el mismo gobierno colombiano para firmar acuerdos con la insurgencia revolucionaria es negar su existencia histórica en la vida política de Colombia. Se obstina en cerrar los ojos ante una realidad que el presidente Chávez sí observa con criterio bolivariano y por su empeñogeneroso de aportarle a la paz de los colombianos. En ninguna parte del mundo es posible lograr la reconciliación y la paz entre los contendientes sin reconocer la existencia del adversario político.

¿Qué opinión hay respecto al movimiento que hubo, a nivel nacional y con acciones internacionales, el pasado 4 de Febrero en rechazo a las FARC? ¿Qué comparativa se puede hacer con la respuesta a ese movimiento anunciada para el 6 de Marzo ( Movimiento Víctimas de Crímenes de Estado)?

La marcha del pasado 4 de Febrero fue organizada, promovida y financiada por el gobierno de Álvaro Uribe. La cual contó con el aporte de los medios de comunicación, los paramilitares llamaron a participar de ella. Los funcionarios y empleados oficiales estatales fueron forzados a vincularse a la misma. Las embajadas y los consulados recibieron la instrucción de la cancillería de salir a la marcha y solicitar de sus amigos los apoyos en cada país. Es la marcha del gobierno de la para-política contra el canje o intercambio de prisioneros y la búsqueda de la paz. Con el propósito de generar ambiente nacional e internacional para promover la segunda reelección de Álvaro Uribe.

Se ha difundido que las FARC van a elaborar una nueva liberación de 3 o 4 presos políticos [1] . ¿Qué meta se busca con ello tanto a nivel nacional como internacional?, ¿se cree que existirá alguna respuesta de Uribe?

La liberación de los ex congresistas Luis Eladio Pérez, Gloria Polanco, Orlando Beltrán y Jorge Eduardo Gechen Turbay y antes de Consuelo González y de Clara Rojas es el logro de la persistencia humanitaria y de la sincera preocupación por la paz de Colombia del Presidente Hugo Chávez y de la Senadora Piedad Córdoba. También es la más contundente manifestación de la voluntad de canje de las FARC, el cual requiere el despeje militar de Pradera y Florida por 45 días, con presencia guerrillera y comunidad internacional como garantes, para pactar con el gobierno en ese espacio, la liberación de los guerrilleros y de los prisioneros de guerra en poder de las FARC.
Internacionalismo

Referente a una visión más internacionalista, la caída de la URSS afectó negativamente al comunismo internacional. ¿Creen las FARC que la retirada de Fidel como presidente del gobierno cubano afectará al socialismo cubano y en consecuencia al auge de los movimientos sociales latinoamericanos y a los gobiernos izquierdistas?

La inesperada caída de la URSS, sí afecto negativamente a buena parte de los Partidos Comunistas y sobre todo la construcción socialista en los países de Europa, tuvo un serio y largo retroceso. El derrumbe del socialismo ruso, mostró sin lugar a equívocos grandes falencias ideológicas, políticas y estructurales en ese modelo. Al tiempo que debilitó los partidos, también produjo a su interior la depuración de los elementos farsantes y traidores que regresaron al sistema capitalista sin vergüenza alguna. Los Partidos y sus militantes de convicciones sólidas, se mantuvieran fieles al acervo de los clásicos del Marxismo Leninismo. Sin dejarse confundir por la tormenta del capitalismo proclamando el fin del socialismo se mantuvo Cuba, conducida por su Partido y el Comandante en jefe de esa revolución triunfante. Las FARC, representadas por el Comandante Jacobo Arenas (fallecido el 10 del 90) expresaron con contundencia la traición cocinada en Rusia por Gorvachov tras la entelequia de la perestroika y la Glasnot. Dijimos en aquella época, con la caída del muro de Berlín y del Socialismo, el hambre,ni la pobreza, ni la miseriadesaparecieron de entre los pobres, por ello la lucha por la liberación de los pueblos y la construcción socialista conserva plena vigencia...

Hoy como en esos tiempos nos ratificamos una vez más en que la opción de la humanidad es el socialismo.

El Comandante Fidel Castro sigue alumbrando con luz propia y experimentada la edificación del socialismo. El partido, su pueblo y el nuevo jefe de Estado y de Gobierno de Cuba avanzan sin pausapor el camino trazado por Fidel y sus camaradas de lucha heroica.

Historia y conflicto con el ELN
Hace varios años se iniciaron diversos enfrentamientos entre el ELN y las FARC, en departamentos como Arauca, Nariño, Valle del Cauca y Cauca. ¿Cómo sucedió todo? ¿Qué repercusión ha tenido respecto al conflicto contra el Estado uribista? y ¿qué solución ve las FARC al respecto?
En realidad nada justifica los enfrentamientos armados entre el ELN y las FARC, por tratarse de dos organizaciones revolucionarias comprometidas con lacreación de las premisas de la lucha por la conquista del poder político para dar inicio a la construcción de la sociedad libre de explotadores y sin explotados. Explicar los históricos factores de confrontación entre las dos fuerzas es sumamente complicado en este espacio y de ninguna manera considero prudente cargar toda la responsabilidad en una de las partes. A mi juicio existe de parte y parte alguna culpa. Distinto que en la búsqueda de soluciones se encuentre menor o mayor responsabilidad en el ELN o en las FARC. Lo más importante por ahora, es parar la confrontación entre revolucionarios, asumiendo en ambos lados, el compromiso con la ubicación de los elementos infiltrados del enemigo que alimentan la conseja, la descalificación, el irrespeto a combatientes y masas, además de propalar rumores para acrecentar hostilidades o crearlas donde no existen. Estamos en mora de efectuar una entrevista de las dos jefaturas, que ponga fin a esta situación yse fortalezca la unidad de acción, con miras a consolidar la lucha contra el imperialismo y la oligarquía, por la nueva Colombia, la Patria Grande y el Socialismo.

En septiembre de 1987 se creó la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar, una coalición entre diferentes grupos insurgentes (ELN, FARC, M-19, EPL, Frente Quintín Lame, MIR, PRT). En la actualidad, ¿las FARC creen que sería positivo, y si es posible, realizar la recreación de la Coordinadora para unir el proyecto revolucionario contra el gobierno de Uribe?

La unidad de la izquierda revolucionaria donde están las guerrillas del EPL, ELN y de las FARC, es una necesidad de orden estratégico. El nombre de Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar se enmarca justamente dentro de nuestra convicción bolivariana, sin embargo lo más importante es superar la forma fatal de solucionar las diferencias.
Las FARC, todo y fundarse como autodefensas campesinas más tarde su objetivo fue la conquista del poder estatal para hacer la revolución socialista. Actualmente la táctica-estrategia parlamentaria ha sido la mayormente utilizada en la izquierda latinoamericana desde la victoria de Hugo Chávez en 1999. A esto, ¿las FARC siguen defendiendo la posibilidad de llegar al poder mediante la lucha armada-ataque o solo utilizan esta táctica como defensa de represión con posibilidades de futuras reformas izquierdistas con un gobierno más socialdemócrata?

Las FARC son una organización política militar que aplica la combinación de todas las formas de lucha revolucionaria por la conquista del poder. Coherentes con esta definición de principio no subestima la vía electoral mediante una gran coalición de fuerzas antiimperialistas, bolivarianas, progresistas, revolucionarias que mediante una programa de gobierno garantice la superación de la crisis, se comprometa con el canje de prisioneros y las salidas políticas al conflicto interno de los colombianos. Esta idea está explícita en nuestra Plataforma Bolivariana y en el Manifiesto firmado por nuestro Secretariado para un nuevo gobierno garante de la paz con democracia y justicia social.
En los años 80, tras las negociaciones de paz con Belisario Betancourt se fundó la Unión Patriótica como referente político de la izquierda y la posibilidad de una futura negociación de paz. ¿Con la alta represión, y los miles de asesinatos que se sufrieron en las filas de la UP, hace a las FARC repensarse la posibilidad de volver a realizar una misma estrategia como proceso de paz?

El genocidio a cargo del terrorismo de Estado contra la Unión Patriota y parte considerable del Partido Comunista colombiano, demostró ante el mundo la intolerancia y la criminalidad de la clase gobernante de mi país, que además empuja a los revolucionarios a engrosar las filas guerrilleras para salvar sus vidas y mantener la lucha política con las armas en la mano. La UP fue liquidada por los enemigos de las salidas políticas a tiros. Hecho que obliga a privilegiar el trabajo clandestino, como el Partido Comunista Clandestino y el Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia cuya militancia para subsistir y crecer se mantiene en la clandestinidad.

Regionalismo revolucionario latinoamericano
¿Cómo ven la situación de América Latina a partir de la ola de gobiernos progresistas en la regiónjunto a otros directamente revolucionarios?

Se observa en América Latina un positivo viraje hacia la izquierda revolucionaria con el liderazgo de gobiernos antiimperialistas, progresistas, independientes, bolivarianos, camino al socialismo, con el compromiso de cumplir el mandato del Libertador de proporcionar la mayor suma felicidad posible a sus pueblos. Colombia no será la excepción, como bolivarianos en medio de la confrontación con el gobierno de la ultraderecha fascista y paramilitar, vamos por el mismo camino sin que nadie ni nada lo impida.

¿ Cuál es el papel que debe cumplir la solidaridad internacionalista como muro de contención frente a la terrible problemática que viven los pueblos de América Latina, los colapsos financieros y las guerras en momentos en los que el imperio arrecia con planes de desestabilización y la conocida estrategia de la CIA y el Estado de Israel como factores de extrema peligrosidad?

El camino está en el fortalecimiento de la unidad antiimperialista, progresista y de la izquierda revolucionaria en el propósito de unir esfuerzos, aprender de las experiencias de cada lugar, para cerrar filas contra los siniestros planes de los imperios y las oligarquías criollas empeñadas en perpetuarse en el poder a costa de la destrucción de las organizaciones y proyectos políticos contrarios a sus políticas de explotación, expoliación, enriquecimiento ilícito, narcotráfico, corrupción, opresión, pobreza y miseria, vertidas sobre los pueblos del continente. Se impone incrementar el internacionalismo, como expresión de solidaridad de clase.

Muchas gracias,
Raúl Reyes
Montañas de Colombia, Febrero 28 de 2008

(Estado y Sist. Pol.) ResetDOC

Textos muy actuales recomendados para leer en linea... aqui van solo los títulos y los links de acceso...

http://www.resetdoc.org/EN/Liberal-dilemma.php

The dilemma of the liberal State [ IT ]

In 1976 Ernst-Wolfgang Böckenförde presented the following dilemma: “The liberal secular state lives on premises that it is not able to guarantee by itself. On one side it can subsist only if the freedom it consents to its citizens is regulated from within, inside the moral substance of individuals and of a homogeneous society. On the other side, it is not able to guarantee these forces of inner regulation by itself without renouncing to its liberalism.”
What answers can the liberal state offer to questions of social cohesion and ethical deficit that are affecting secularized democracies?
Are we living in a secular or a post-secular society?

Reset put these questions to some of the most influential international intellectuals.
your opinion. Write to us at doc@resetdoc.org

DESDE LA LÍNEA ECUATORIAL: VIDA DIGNA, ACUERDO Y DEMOCRACIA.

Miguel Ángel Herrera Zgaib
Profesor asociado, Ciencia Política, Unal
Copartícipe proyecto Otra Movida
e-mail:maherreraz@unal.edu.co

La farsa de la guerra preventiva

“Con los pobres de la tierra yo quiero mi suerte echar”. José Martí.

La movilización general de Colombia, este 6 de marzo expresa el sentido opuesto y completa la marcha del pasado 4 de febrero, de algún modo. Pero, los convocantes de hoy son actores colectivos que no quieren más guerra, a contrario de quienes los precedieron. Contra la guerra están los muchos, las multitudes que padecen la acción paramilitar y los desmanes de la fuerza pública del estado, y la estupidez de los gobernantes que dicen representarlas; las organizaciones y personas que enjuician el régimen para-presidencial por ilegítimo e inconstitucional. Y tod@s los que se oponen al despojo del capitalismo global que explota y desplaza a trabajadores y pobres, aquí y en Cafarnaún.

Ahora, después del sábado, nos unimos los ciudadanos del común en Ecuador, Venezuela y América Latina a engrosar esta demostración global por una vida digna. Toda vez que se han puesto en movimiento tanto la OEA como las cancillerías del Continente para debatir y decidir de modo provisional acerca de la intervención militar del gobierno colombiano en el Ecuador con el apoyo del principal aliado, el gobierno de los Estados Unidos de América, incluidos los candidatos a la presidencia, con el supuesto objetivo de darle muerte a todo costo a Raúl Reyes, miembro del Secretariado de las Farc-Ep, y el principal responsable exterior de la negociación política del conflicto armado. La amenaza para todo el continente es evidente y no sólo para los familiares de quienes estando vivos aún padecen el secuestro y la retención en las selvas de Colombia.

La extensión del estado de excepción con patente de corso en América Latina es ya un hecho inocultable y en apariencia incontestable. Los hedores de una pretendida guerra global contra el terrorismo han comenzado a infestar el continente americano, y enrarecer la verdad desde la línea ecuatorial, sin respeto ni consideración por las normas internacionales y globales. La doctrina de la guerra preventiva, relanzada por los halcones estadounidenses y sus ”think tanks”, después del 11 de septiembre, siembra nuestras fronteras de zozobra y terror, y añade un sábado negro al calendario de inhumanidad que ya cosecha el corto siglo XXI.

Porque la representación política formal de la ciudadanía y las multitudes continentales no se atrevió a contener de modo lacónico y efectivo esta conducta imperial que tanto fracaso cosechó ya, primero, en Palestina, luego en Afganistán, y ahora, día a día, en Irak. Los guerrilleros masacrados en el Ecuador, contra todo patrioterismo, evidencian una victoria pírrica que en lugar de avanzar en materia de paz aúpa con nuevo brío el corcel desbocado de la guerra en el vecindario.

Las poblaciones hermanas de amistades y vínculos ancestrales tienen ahora que asumir la verdadera diplomacia, esto es, el común de la gente, la que padece en carne propia y libra las guerras tiene que poner el “tate quieto” a tanta demencia junta participando con poder decisorio.

El 6 de marzo es un apropiado comienzo, cuando las víctimas y su descendencia, cuando la memoria colectiva en defensa de la vida digna se tomarán las calles y plazas. No para marchar como soldaditos de plomo, sino para deliberar en todas las esquinas del globo, donde haya un(a) colombiano, un(a) suramericana, un ciudadano del mundo sensato, hastiado de tanta brutalidad y salvajismo en defensa de una pretendida civilización capitalista que viene al mundo chorreando sangre, y quiere irse sembrando el desastre por doquier. Se trata de parar en seco a la bestia, con decisión, sin claudicaciones que tengamos que lamentar una vez más en nosotros mismos, en nuestras familias, nuestros amigos y nuestra descendencia.

Los dos extremos y el intercambio

“Es más importante la vida de las personas que un pedazo de tierra”. Gloria Polanco, secuestrada recién liberada.
Esta movilización va más allá de la “condena simétrica a todos los atentados contra la dignidad humana que ocurren en Colombia” que reclama el colega Rodrigo Uprimny, quien al reconocer la existencia de crímenes de Estado, no defiende “la tesis de que en Colombia existe un terrorismo de Estado”, por que infiero que hacerlo implica estar contra todo el Estado y las F.A.

Sin embargo, el sentido obvio del acto del 6 de marzo no es “superar la inaceptable asimetría que los colombianos tenemos frente a las distintas víctimas y a las diversas atrocidades”. El prerrequisito para una verdadera reconciliación entre los colombianos es el desmonte inmediato del régimen para-presidencial.

Después de los informes del PNUD y los hechos de Carimagua tenemos también que manifestarnos, libre y autónomamente, contra la desigualdad y la pobreza que produce el capitalismo glocal con su elenco de pasiones tristes, el narcotráfico y la corrupción. El capital reproduce la ética de la muerte contrapuesta a la vida y la liberación del trabajo. La conducta anticapitalista y democrática es el prerrequisito, sin acudir al repertorio de las violencias conocidas, porque estamos en defensa y por la afirmación de la vida de tod@s. El rechazo de todas las crueldades y atrocidades humanas lo exige.

Ahora bien, cada uno de los bloques enfrentados en la práctica democrática de las movilizaciones, encuentra una definición política partidista cuando éstos caracterizan a los actores principales de la confrontación militar actual: las Farc-Ep, y las Auc y los políticos aliados en Ralito y Antioquia que conforman el regimen para-presidencial documentado de hecho por el estudio de la Fundación Arcoiris.[1] Un destacamento de la sociedad civil denuncia a las Farc como el vector de mayor violencia terrorista, mientras el otro lo hace con las Auc.

Así, la primera marcha convocada por jóvenes Facebook, ciudadan@s masificados, intelectuales y políticos proclives al régimen para-presidencial, nada dijo de las Auc, pero sí condenó a las Farc y el secuestro. La nueva movilización, convocada por el Movimiento Nacional de Víctimas, el PDA, y hasta El Tiempo, extiende su solidaridad con todas las víctimas, pero guardan silencio sobre los vivos; la inmensa mayoría de los pobres y los más pobres, l@s desplazad@s en la desgracia y el despojo de hecho.

La rebelión ciudadana contra la barbarie y el hambre.

“Es un clamor apasionado para que la barbarie termine”. Noam Chomsky.

La marcha de “Un millón de voces contra las Farc” fue dirigida y manipulada por el gobierno y las grandes empresas de de comunicación transnacional que lo sostienen. Ahora, la otra movilización avanza y se organiza en contravía, sin el concurso activo del gobierno, la voz baja y la tinta descolorida los grandes medios nacionales y extranjeros. La rebelión ciudadana del 6 de marzo, movida por la dignidad de Antígona, y la fuerza de las circunstancias, difunde su llama democrática por radio bemba, con el auxilio de la prensa y la radio, y todas las alternativas a su alcance.

Mientras una convocatoria lanzaba un grito de guerra contra las Farc, la otra promueve la denuncia pública del paramilitarismo, armado y desarmado; honra a las víctimas de los crímenes de lesa humanidad, y condena los actos terroristas de los agentes estatales, las autodefensas, y los políticos confabulados en la parapolítica.

Mientras una coalición de sectores medios, gran-burgueses y terratenientes censura los crímenes de las Farc-Ep, los secuestros y “retenciones” de la insurgencia, la otra alianza de capas medias empobrecidas, minorías étnicas e intelectuales, trabajadores y pobres del campo y la ciudad, refresca la memoria de la primera, completando la lista de infamias reconociendo y denunciando los miles de crímenes del para-presidencialismo.

Mientras el frente de la derecha política, dirigido por uribistas y conservadores, repite en forma compulsiva la proclama de la reelección del presidente Uribe, la otra coalición en cabeza del PDA y una fracción liberal de vocación social-democrática la rechaza por ineficaz y autoritaria. Los primeros creen en la solución guerrerista a cualquier costo, en tanto que sus rivales proclaman el acuerdo humanitario.

Sin embargo, el ejército de camisas blancas en movimiento el 4 de febrero nos descubrió a la multitud impotente reducida a masa de maniobra.[2] La otra movida, ajena a la disciplina de los cuarteles, y al terror extorsivo, tiene que cambiar el 6 este libreto. Compartir la potencia democrática de las multitudes en rebeldía contra la muerte y el terror. Salvar la vida colectiva de los halcones del terror paraestatal y de la pastoral neoliberal, que esparce miseria y pobreza a granel, detener el éxodo de 3 millones de desplazados errantes y desemparados en los espacios urbanos.

Carimagua, Exodo constituyente, y Congreso Anfictiónico por la paz.

“Memorias que la historia no olvidó/Palabras que se han ahogado por la verdad/La vida canta fuerte su libertad”. Canción de Sonia Pico, La otramovida.net

El biopoder gobierna, elegido sin legitimidad por votos impuestos con la violencia de las armas del paramilitarismo y la trapisonda clientelista. Este anima una nueva estructura política, el proyecto reaccionario del estado comunitario, cuyos pilares ocultos están ahora a la vista de todos: el orden para-presidencial y la libertad del mercado para los mega-proyectos, que explota la riqueza humana y natural sin garantía alguna para los trabajadores y pobres.

Pero el velo de “la sociedad de propietarios”, preconizada por el presidente desde su primera elección, cayó despedazado por el incidente de la Hacienda Carimagua. Este cínico viraje gubernamental convirtió a los desplazados de virtuales propietarios en reales peones y jornaleros. La propiedad de tod@s, como el poder constituyente que somos, aparece de pronto arbitrariamente destinada por uno, el presidente imperial, a un puñado de grandes consorcios dedicados a la gran agricultura, así como parte sustancial de Ecopetrol la destina a terminar en manos de transnacionales extranjeros, después de la farsa de los cuatrocientos y tantos mil pequeños nuevos socios nacionales.

La rebelión ciudadana, la contra-tendencia bio-política contraría la falsa ética del capital, niega la muerte que multiplica el capitalismo caníbal. La multitud con las mil voces de la diversidad y las minorías quiebra con su polifonía de demandas constituyentes la marcha heterónoma de los siervos de la guerra. Los más, en éxodo callejero, no sólo pueden recuperar el legado reformista del Estado social, sino quienes potencian el sacrificio de los olvidados en las fosas comunes realizando la paz integral, con reformas sustanciales acordadas por tod@s, sin más aplazamientos ni desplazamientos. La acción democrática por la dignidad y la resistencia renueva la historia olvidada, recupera su memoria cuando promueve “las condiciones para que la igualdad sea real y efectiva” a favor de grupos discriminados y marginados”.

Una fiesta ciudadana constituyente es la que debe fluir el próximo 6 de marzo, más allá de esta polarización aparente. No basta con “una solidaridad igualitaria contra todas las víctimas y una condena simétrica a todas las atrocidades”, como lo expresó el profesor Uprimny. Conviene ahora tomar en cuenta a Javier Darío Restrepo en su columna “Nunca más”: “solidaridad con las víctimas y el rechazo de las prácticas del asesinato…del desplazamiento forzado y del despojo brutal de sus tierras a los campesinos”.

Esta revolución democrática tiene descubierto el antídoto: la negociación responsable, directa del acuerdo humanitario. Es el primer paso, ininterrumpido, colectivo para reinventar a Colombia y dar un alto a los vientos de guerra global. El nuevo gobierno estadounidense no podrá ser más el aliado de la Pax Americana que nos destruye e invalida, sino quien repara los daños causados con su guerra inútil contra las drogas ilícitas, y su codicia bárbara por las riquezas de la tierra. Venezuela y Ecuador pueden ser los socios de una comunidad política y económica binacional hecha desde abajo, sin falsas fronteras; ésta sí hermana y ejemplo en la construcción bolivariana de repúblicas reales del común.

Es tiempo de convocar a un nuevo congreso anfictiónico, sin ruido de sables, conspiraciones o ejércitos mercenarios que espían nuestros movimientos más insignificantes. Un congreso que rectifique el rumbo del continente americano y sirva de emulación para el resto del globo en estos tiempos aciagos y turbulentos: que se levante en la línea ecuatorial donde se ha perpetrado esta acción de guerra, y que recuerde los sueños pictóricos de Oswaldo Guayasamín y las denuncias de Fernando Botero con el respaldo de tod@s, sin más víctimas ni victimarios.

Por la memoria de todas las víctimas, con los cautivos, los pobres, los desplazados, y los expropiados de Carimagua. Despejemos de guerra la línea ecuatorial. Convoquemos un nuevo Congreso Anfictiónico!!!

[1] Ver el libro El 28 de mayo y el presidencialismo de excepción en Colombia. UNIJUS/Unal. Bogotá, noviembre de 2008.
[2] Tal y como lo noveló y analizó el alemán Ernst Jünger durante el curso de la gran guerra europea.

lunes, 3 de marzo de 2008

(Estado y Sist. Pol.) UN NUEVO ORDEN ECONÓMICO

MÁRIO SOARES
Mário Soares es ex presidente y ex primer ministro de Portugal. Traducción de Carlos Gumpert.
El país-Madrid
18/02/2008

El sistema neoliberal, responsable de la economía propia de casino en la que hemos vivido a escala mundial, está dando manifiestas señales de agotamiento y de incapacidad, especialmente en Estados Unidos.

Basta con leer el discurso sobre el estado de la Unión del presidente Bush para percatarse de ello. La "incertidumbre económica", que tanto preocupa al americano de a pie, apenas merece una referencia de paso en ese discurso. Bush, obviamente, no sabe bien lo que decir ni, sobre todo, lo que hacer.
Ahora bien, los economistas y políticos que deambulan por el viejo areópago de Davos, tan arrogantemente monetaristas en el pasado, tampoco lo saben. Hablan de cambios, de transparencia, de ética, de más Estado -¡quién iba a imaginárselo!- a causa del problema social y ambiental, al que ha de prestarse, obviamente, la mayor atención; denuncian asimismo la condición obsoleta de instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, pero no se atreven aún a afirmar que el sistema está podrido y que es indispensable -y urgente- cambiarlo profundamente.
En cuanto a la Unión Europea, donde la crisis financiera y económica está menos presente -el euro vuelve a ser la moneda de referencia global, con el dólar en caída libre-, es fundamental reconocer que hasta ahora tampoco se ha atrevido nadie a sacar las conclusiones que se derivan del agotamiento del sistema neoliberal. Por falta de coraje político.
La reciente cumbre promovida por el Reino Unido -con los cuatro "grandes" inicialmente, Brown, Angela Merkel, Sarkozy y Prodi, dimisionario, por cierto; a la que se unió, a última hora, el presidente de la Comisión Europea, Durão Barroso, para intentar evitar las críticas contra el "directorio" de los seudograndes- fue un golpe antieuropeo típicamente británico, en el que la señora Merkel se dejó involucrar y que se saldó, como es habitual, con una maniobra mediática retórica, sin ninguna clase de consecuencias prácticas.

Entretanto, la realidad de las cosas no deja de imponerse. Los escándalos financieros; los resultados catastróficos de las subprime, con consecuencias muy negativas a ambos lados del Atlántico; el visible debilitamiento del crecimiento; el desempleo, que va aumentando, y las quiebras de grandes empresas y de bancos, involucrados en maniobras bajo sospecha en paraísos fiscales donde habitualmente se lava el "dinero sucio", son señales ineludibles de que resultaría de gran importancia abrir paso urgentemente a un nuevo orden económico global.
Pero ¿cómo hacerlo cuando el ambiente político en el que se halla la Unión Europea parece impedir cualquier clase de reacción que tenga con el valor y la amplitud de miras que harían falta?
El caso de Citybank, el mayor banco del mundo, es paradigmático de la situación de incertidumbre financiera y moral en la que se vive hoy en Estados Unidos y en Europa. El banco está prácticamente en quiebra. ¿Y quiénes son los que se preparan para salvarlo, invirtiendo en él cuanto capital sea necesario? ¡China, Singapur y los Emiratos Árabes! ¡Hasta qué extremos ha llegado Estados Unidos!
En un año de elecciones presidenciales norteamericanas, los nuevos rumbos políticos, lo queramos o no, pasan por ahí. De momento es difícil hacer previsiones. A Estados Unidos -como en 1932, recién salidos de la crisis de 1929- le haría falta un presidente con la visión y la audacia política de un Roosevelt. ¿Tendrá la suerte de encontrarlo en el joven político negro que tuvo la osadía de votar, en el momento preciso, contra la guerra de Irak, un hombre de intenciones claras y con una manifiesta voluntad de cambio?

Ésa sería la manera de sacar a Occidente de una de sus mayores crisis y de poder sentarse en la mesa de negociaciones con los países emergentes -Rusia, China, Brasil, la India-, así como con Sudáfrica, Japón, Indonesia y Egipto, para poner los cimientos, en el marco de la ONU, de un nuevo orden económico global, que tanta falta nos hace a todos.

(Estado y Sist. Pol.) 2008: el fallecimiento de la globalización neoliberal

Immanuel Wallerstein
NYU at Binghamton
Traducción: Ramón Vera Herrera© 2008. Immanuel Wallerstein
La Jornada (México)
17 de febrero de 2008


La ideología de la globalización neoliberal ha estado en boga desde principios de los años 80. No era, de hecho, una idea nueva en la historia del sistema-mundo moderno, aunque reivindicó serlo.
Más bien era la muy vieja idea de que los gobiernos del mundo debían dejar de estorbarle a las grandes y eficientes empresas en sus esfuerzos por prevalecer en el mercado mundial.
La primera implicación de política pública era que los gobiernos, todos los gobiernos, debían permitir que estas corporaciones cruzaran libremente todas las fronteras con sus bienes y su capital. La segunda implicación de política pública era que los gobiernos, todos los gobiernos, debían renunciar ellos mismos a cualquier papel de dueños de estas empresas productivas, y privatizar así todo lo que poseyeran.
Una tercera implicación era que los gobiernos, todos ellos, debían minimizar, si no eliminar, todos y cada uno de los diferentes pagos de transferencia por seguridad social a sus poblaciones. Por ciclos, esta vieja idea siempre ha estado de moda.

En los años 80, estas ideas fueron propuestas para contrarrestar a las también viejas visiones keynesianas y/o socialistas que habían prevalecido en la mayoría de los países del mundo: que las economías deberían ser mixtas (el Estado más las empresas privadas); que los gobiernos deberían proteger a sus ciudadanos de las corporaciones cuasi monopólicas propiedad de extranjeros; que los gobiernos deberían intentar ecualizar las oportunidades de vida transfiriendo beneficios a sus residentes menos afortunados (especialmente en los niveles de educación, salud y garantías de ingreso a lo largo de la vida), lo que requeriría, por supuesto, fijarle impuestos a los residentes más acomodados y a las corporaciones.
El programa de globalización neoliberal sacó ventaja del estancamiento mundial de ganancias que vino tras el largo periodo de expansión global sin precedentes posterior a 1945 y que abarcó hasta principios de los años 70, el cual impulsó la visión keynesiana o socialista de dominar las políticas públicas.
El estancamiento de ganancias creó problemas en el balance de pagos para un número muy grande de gobiernos en el mundo, especialmente en el Sur global y en el llamado bloque socialista de naciones. La contraofensiva neoliberal fue encabezada por los gobiernos de derecha de Estados Unidos y Gran Bretaña (Reagan y Thatcher) más las dos principales agencias financieras intergubernamentales –el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial–, y estas instancias, juntas, crearon e impusieron lo que vino a ser conocido como Consenso de Washington.
El lema de esta política conjunta fue acuñada por la señora Thatcher: TINA, siglas para “There Is No Alternative” (No hay alternativa). El lema intentaba transmitirle a todos los gobiernos que tenían que cumplir con el lineamiento fijado por las recomendaciones de política pública, o ser castigados con un lento crecimiento y la negación de toda ayuda internacional ante cualquier dificultad que pudieran enfrentar.
El Consenso de Washington prometió un crecimiento económico renovado para todos y una salida del estancamiento global de ganancias. A nivel político, los proponentes de la globalización neoliberal tuvieron mucho éxito.
Gobierno tras gobierno –en el Sur global, en el bloque socialista y en los fuertes estados occidentales– privatizó las industrias, abrió sus fronteras al comercio y a las transacciones financieras, y recortó el Estado benefactor. Las ideas socialistas, aun las keynesianas, fueron desacreditadas en la opinión pública y las elites políticas renunciaron a ellas. La consecuencia visible más dramática fue la caída de la Unión Soviética y los regímenes comunistas de Europa central y del este, más la adopción de políticas amigables con el mercado por parte de la todavía denominada China socialista.
El único problema con este gran éxito político fue que no pudo igualarlo el éxito económico. Continuó el estancamiento de ganancias en las empresas industriales del mundo. La repentina alza en los mercados bursátiles en todas partes no se basó en ganancias de la producción sino en las manipulaciones especulativas financieras. La distribución del ingreso a escala mundial y en los diferentes países se volvió muy asimétrica, un incremento masivo en el ingreso de 10 por ciento superior y en especial de uno por ciento más elevado de la población mundial, y una caída en el ingreso real para el resto de las poblaciones mundiales.

La desilusión con las glorias del “mercado” sin restricciones comenzó a ser visible a mediados de los 90. Esto pudo observarse en varios planos: en muchos países regresaron al poder gobiernos más orientados hacia el bienestar social; hubo nuevos llamados –especialmente por parte de los movimientos laborales y las organizaciones de trabajadores rurales– a que los gobiernos emprendieran políticas proteccionistas; creció a escala mundial un movimiento altermundista cuyo lema es “otro mundo es posible”.
La reacción creció lenta pero constantemente. Entretanto, con el régimen de George W. Bush, los proponentes de la globalización neoliberal no sólo persistieron sino que incrementaron su presión.
El gobierno de Bush pujó simultáneamente por una distribución del ingreso más distorsionada (mediante grandes recortes fiscales para los más acaudalados) y por una política exterior de militarismo unilateral macho (la invasión de Irak). Financió esto mediante una fantástica expansión de préstamos (un endeudamiento) con la venta de bonos del Tesoro estadunidense a quienes controlan las existencias mundiales de energía y las instalaciones de producción a bajo costo.
Se veía bien en el papel, si sólo se fijaba uno en las cifras de los mercados bursátiles. Pero era una burbuja de crédito superlativo condenada a estallar, y ahora está estallando. La invasión de Irak (más Afganistán y Pakistán) está demostrando ser un enorme fiasco político y militar. La solidez económica de Estados Unidos cae en el descrédito, lo que ocasiona una radical caída del dólar. Y los mercados bursátiles del mundo tiemblan conforme confrontan el pinchazo de la burbuja.

¿Así que cuáles son las conclusiones de política pública que extraen los gobiernos y las poblaciones? Parece haber cuatro en curso. La primera es el fin del papel que tenía el dólar estadunidense como divisa de reserva para el mundo, lo cual hace imposible continuar la política de superendeudamiento del gobierno de Estados Unidos y de sus consumidores.
La segunda es el regreso a un alto grado de proteccionismo, tanto en el Norte como en el Sur globales. La tercera es el regreso a la adquisición estatal de las empresas que fracasan y la implementación de medidas keynesianas. La última es el retorno a políticas redistributivas más enfocadas al bienestar social.
La balanza política oscila de regreso. De aquí a 10 años se escribirá acerca de la globalización neoliberal como un oscilamiento cíclico en la historia de la economía-mundo capitalista. La cuestión real no es si esta fase terminó sino si el retorno pendular podrá restaurar, como en el pasado, un relativo equilibrio en el sistema-mundo. ¿O se habrá hecho ya demasiado daño? ¿Estaremos en un caos más violento en la economía-mundo y como tal en el sistema-mundo como un todo?

(Sist. Pol.) La "tragedia" de la ciencia política por Danilo Zolo

El autor de este ensayo, conocido politólogo italiano, hace suyo el argumento de la crisis de la ciencia política y muestra su declive en confrontación con la filosofía política.
Concluye con un llamado al diálogo entre ambas maneras de aproximarse a lo político.

Danilo Zolo

Por "ciencia política" se entiende hoy, como es sabido, la aproximación disciplinaria a los problemas de la política que tiene su origen en la "revolución conductista", afirmada en Estados Unidos durante las dos décadas posteriores a la conclusión de la Segunda Guerra Mundial.
Desde entonces esta aproximación se ha difundido de manera amplia en la cultura estadounidense, donde se calcula que los cultores de la disciplina no son en la actualidad menos de dos mil. Asimismo, se ha difundido ampliamente en Europa, sobre todo en Inglaterra, Alemania y los países escandinavos. A partir de los años sesenta, la "ciencia política" se ha establecido también en Italia, gracias a la actividad pionera de Giovanni Sartori y de su escuela.

En contraposición a esta noción específica de "ciencia política", se emplea la expresión "filosofía política" para indicar aquella forma más tradicional de reflexión sobre el fenómeno político que se remite a los clásicos del pensamiento político occidental, de Aristóteles a Platón, Maquiavelo, Hobbes, Locke, Marx.
A diferencia de la "ciencia política", la filosofía política no se limita a estudiar el comportamiento "observable" de los actores sociales y el funcionamiento de los sistemas políticos (contemporáneos), sino que, además, analiza, en términos muy generales, los medios, los fines y el "sentido" de la experiencia política (e incluso, en un nivel ulterior de reflexión, los medios, los fines y el "sentido" de la propia indagación sobre la experiencia política).
En este ensayo buscaré reconstruir los contenidos teóricos de la disputa que ha involucrado intensamente a las dos disciplinas a partir de los años cuarenta, y sobre esta base intentaré puntualizar en la situación actual de las relaciones entre estos dos modos diversos de estudiar y entender la vida política.
Se observará que la "ciencia política", en particular la "ciencia política" estadounidense, se encuentra hoy en una situación de crisis
que parece amenazar su propia identidad como disciplina: expresión emblemática de esta crisis es el título de un buen libro aparecido en Estados Unidos, The Tragedy of Political Science (Ricci, 1984).
Asimismo, en este marco, abordaré con una consideración especial la situación italiana. En Italia se ha registrado en estos años un notable resurgimiento de la filosofía política, tal y como se testimonia por los siguientes hechos: la publicación de la revista Teoria politica, editada por un grupo de politólogos cercanos a Norberto Bobbio; la reciente aparición de la primera revista italiana que lleva por título Filosofia politica, dirigida por Nicola Matteuci y editada por un grupo de historiadores de la filosofía política que entienden su posición intelectual como "reflexión crítico-hermenéutica sobre la tradición del pensamiento político occidental"; la difusión de una literatura filosófico-política que hace eco a las tesis del neoaristotelismo alemán contemporáneo (la así llamada Rehabilitierung der praktischen Philosophie) y rediscute la tradición democrática occidental a la luz de autores como Carl Schmitt, Eric Voegelin, Leo Strauss, Hannah Arendt.
Por otra parte, ha aparecido un voluminoso Manuale di scienza della politica, editado por Gianfranco Pasquino, que intenta contestar al renacimiento de la filosofía política italiana con una empresa intelectual particularmente ambiciosa.
Para concluir me referiré a las razones generales que en mi opinión exigen una profunda renovación de los modos y los contenidos de la reflexión política contemporánea. Y si esto vale para la filosofía política tradicional, a menudo inclinada a una reproposición de arcaicos modelos metafísicos, vale todavía más, a mi parecer, para la "ciencia política" conductista.

La "ciencia política" emergió hace 50 años con un doble objetivo: aquél, explícito, de alcanzar un conocimiento cierto y objetivo de los hechos políticos, en tanto fundado, a diferencia del idealismo y del historicismo marxista, sobre un análisis empírico de los fenómenos sociales; y aquél, implícito pero altamente motivador, de probar la optimización de las instituciones democráticas (estadounidenses) como realización de la libertad, el pluralismo y la igualdad de oportunidades (Dahl, 1956).
Paradójicamente, hoy es la ciencia política la que se encuentra en crisis: sea por la situación de general incertidumbre de los fundamentos del conocimiento científico y en particular del estatuto epistemológico de las "ciencias sociales"; sea por el contenido y rápido aumento de la complejidad de los fenómenos sociales que pretende explicar y prever empíricamente; sea, y de manera principal, por los crecientes "riesgos evolutivos" que amenazan a las instituciones democráticas dentro del área de las sociedades "complejas", incluyendo Estados Unidos, donde el proceso democrático se va transformando en las formas alarmantes de la "democracia televisiva" (Luke, 1986-1987, pp. 59-79).
Todo ello vale además, para la versión de la "ciencia política" que Giovanni Sartori ha importado a Italia en los años sesenta. En la "ciencia política" de Sartori y de algunos de sus discípulos existe no sólo la ambición de presentarse como la única forma de conocimiento político controlable y confiable, sino también una no menos ambiciosa polémica política, que aspira a ser puramente científica, en las confrontaciones con toda concepción "holística", comenzando por el socialismo.

En mi opinión, ha llegado el momento de reconsiderar, también en Italia, los fundamentos y el "rendimiento" de la "ciencia política" y sobre todo de volver a poner a discusión la que es su auténtica camisa de fuerza: el dogma positivista de la separación entre "juicios de hecho" y "juicios de valor" y, en relación con ello, el principio de la "avaloratividad" ético-ideológica (Wertfreiheit) de las teorías científicas.
Un dogma que remite, como ha señalado Norberto Bobbio, a una ideología específica: la "ideología de la política científica" y, por ello, de una racionalización eficientista y tecnocrática de las relaciones políticas y sociales destinada a ratificar en los hechos el "fin de las ideologías" (Bobbio, 1983, pp. 1025-1026).

DE LA "REVOLUCIÓN CONDUCTISTA" AL POSTEMPIRISMO

Con una periodización muy sumaria, que considera casi en forma exclusiva lo que ha sucedido en el ámbito de la cultura de lengua inglesa, se pueden distinguir las siguientes cuatro fases en el desarrollo de las relaciones entre las dos disciplinas (estas fases, sin embargo, se sobreponen parcialmente desde un punto de vista cronológico).
1. La exposición del programa conductista y su afirmación entre 1945 y 1965. Los autores más relevantes, sobre todo en el periodo inicial, son: Gabriel Almond (1966), David Easton (1962), Heinz Eulau (1963), Robert Dahl (1961), K.W. Deutsch (1966) y David B. Truman (1951).
2. El debate en torno al así llamado "declive de la teoría política" (the decline of political theory) en cuyo desarrollo se manifiesta la primera reacción, primordialmente defensiva, contra la ciencia política conductista. En este debate intervienen, hacia fines de los años cincuenta y principios de los sesenta, autores como P.H. Partridge (1961), I. Berlin (1962) y J.P. Plamenatz (1967).
Un lugar de gran importancia, pero completamente distinto por su inspiración antimoderna y abiertamente conservadora, adquiere en este contexto la crítica "ontológica" de Leo Strauss (1959), expresada en el célebre ensayo "What is Political Philosophy?". De igual modo, las páginas introductorias de Eric Voegelin (1952) a su The New Science of Politics pueden ser consideradas un ejemplo de este último tipo de literatura.
3. La crisis de la doctrina conductista, la atenuación del optimismo científico característico del periodo inicial, la emergencia de un creciente desacuerdo en el interior de la disciplina que desemboca, en primer lugar, en intentos de reforma metodológica inspirados en el "falsacionismo" popperiano, y posteriormente deriva en la crítica interna por parte de los exponentes de izquierda del
Caucus for a New political Science (Falter, 1982, pp. 53-62; Euben, 1970, pp. 3-58), para finalmente tomar la forma de una verdadera y propia autocrítica por parte de algunos de los exponentes más autorizados de la ciencia política estadounidense, entre los que destacan Gabriel A. Almond (Almond y Genco, 1977) y Charles Lindblom (1979).
Esta fase se expresa con particular intensidad durante la así llamada "década del desencanto" de 1965 a 1975, y se concluye idealmente con la publicación del volumen The Tragedy of Political Science, y de David Easton, "Political Science in the United States. Past and Present" (1985), dos escritos en los que el completo desarrollo de la disciplina es objeto de una autocrítica particularmente severa.
4. El renacimiento en los años setenta en adelante de la filosofía política en la cultura angloamericana gracias a autores como John Rawls, Robert Nozick, Ronald Dworkin y Bruce A. Ackerman.
Este resurgimiento interrumpe bruscamente la tradición de la filosofía analítica anglosajona, misma que había declarado la muerte de la filosofía política, y se liga a los grandes temas valorativos, éticos y normativos de la filosofía política clásica. A esto se agrega la emergencia de una literatura epistemológica más madura, que se expresa a través de las obras de un condensado grupo de filósofos políticos comprometidos también con el campo de la filosofía de las ciencias sociales. Entre éstos destacan Alasdair McIntyre (1972, 1983), Alan Ryan (1972), Charles Taylor (1967, 1983), Sheldon S. Wolin (1969) y John Dunn (1985).

La epistemología que conjunta a todos estos autores ahora ya se puede definir como "postempirista": son autores profundamente influidos por el clima de la "rebelión contra el positivismo" de los años sesenta y en ocasiones se inspiran de manera directa en la epistemología de Thomas S. Kuhn.
Por lo tanto, en su crítica a la ciencia política dominante, estos autores se mueven no por una reproposición de los fines tradicionales de la filosofía política europea, sino por una crítica general de la perspectiva empirista recibida.
Pese a todo, a diferencia de la mayoría de los críticos de la primera fase, estos autores no niegan dogmáticamente la importancia de las contribuciones que la indagación sociológica de los sistemas y los actores políticos pueden ofrecer a la filosofía política.
En los incisos siguientes, más que tratar de ilustrar de manera analítica estas cuatro fases de la disputa entre los partidarios de la ciencia política y sus adversarios, buscaré condensar en pocos puntos esenciales las argumentaciones teóricas de unos y otros, introduciendo una sola y elemental distinción diacrónica: la distinción entre el programa conductista formulado en los inicios y los términos demasiado inciertos y moderados en los que la ciencia política se presenta a partir del final de los años ochenta.

Análogamente, por lo que respecta a los argumentos de los críticos de la "ciencia política", distinguiré entre aquéllos propios de la primera reacción polémica dentro del debate sobre el "declive de la teoría política" y aquéllos, epistemológicamente más maduros, forjados por los partidos de la aproximación "postempirista".

EL PROGRAMA ORIGINARIO DE LA CIENCIA POLÍTICA

Para ilustrar el programa originario de la ciencia política conductista consideraré los desplazamientos de la explícita formulación proporcionada por David Easton (1962) y tomaré en cuenta la sistematización que de ella ha propuesto Jüngen Falter (1982) en una excelente reconstrucción histórica del desarrollo completo de la disciplina.
La adhesión a la "revolución conductista" implica, según el credo de los padres fundadores, al menos las siguientes cinco asunciones, a cada una de las cuales corresponde un objetivo que debe ser alcanzado para que los resultados de la investigación puedan ser considerados "científicos".
1. Explicación y previsión con base en leyes generales. Ya sea el comportamiento político de los actores o el funcionamiento de los sistemas políticos, ambos presentan regularidades observables. La tarea fundamental del científico político es descubrir estas regularidades y expresarlas en forma de leyes generales, de carácter causal o estadístico, que permitan la explicación y previsión de los fenómenos políticos.

Con esta finalidad, el científico político no deberá limitarse a la simple recolección de datos y a su generalización dentro de estrechos dominios espaciales y temporales, sino que se empeñará en organizar y seleccionar los datos empíricos a la luz de teorías de amplio rango, de manera no distinta a lo que sucede en las ciencias de la naturaleza, como la física y la biología.
2. Verificabilidad empírica y objetividad. La validez de las generalizaciones nomológicas de la ciencia política puede ser comprobada inicialmente a través de una verificación empírica que tenga como referencia los comportamientos observables de los actores políticos.
Sólo adoptando este tipo de procedimientos, los científicos políticos podrán reivindicar a favor de sus enunciados y sus teorías el carácter del conocimiento cierto y objetivo de la realidad política, dotada de responsabilidad intersubjetiva, a la par de los conocimientos forjados por las ciencias de la naturaleza.
3. Cuantificación y medición. Es posible la adopción de procedimientos rigurosos en el registro de los datos, en la enunciación de los resultados y en la ejecución de los controles relativos a los comportamientos políticos.
El científico político debe por ello empeñarse en usar las técnicas de cuantificación y medición exacta de los fenómenos que emplean las "ciencias exactas" y que no carecen de resultados también en las ciencias sociales, comenzando por la economía y la psicología.
4. Sistematicidad y acumulatividad. La investigación de los científicos políticos puede desenvolverse en formas análogas a las consolidadas dentro de la praxis de las comunidades científicas más maduras. Tal investigación deberá ser conducida "sistemáticamente"; es decir, deberá implicar una constante interacción entre un lenguaje teórico lógicamente estructurado y coherente y una investigación empírica guiada por un riguroso método inductivo.
La acumulación progresiva de los datos empíricos consentirá un gradual desarrollo de las teorías y se llegará así a la formación de un núcleo de conocimientos compartidos dentro de la comunidad de los científicos políticos. De esta manera será posible dar vida a una verdadera y propia organización profesional de la investigación política, superando el subjetivismo de los "filósofos de la política" tradicionales y sus permanentes e interminables discordias.
5. Avaloratividad. La explicación y la previsión empírica de los fenómenos políticos puede considerarse rigurosamente distinta de las valoraciones y prescripciones de carácter ético o ideológico. Ésta es, por otra parte, una condición esencial del carácter científico e intersubjetivamente vinculador de las proposiciones de la ciencia política.

El científico político tiene por ello el deber intelectual de abstenerse de todo tipo de valoración ética o ideológica a lo largo de sus indagaciones y, de ser el caso, debe señalar siempre de manera explícita cuáles son los valores a los que se adhiere cada vez que, despojándose de la vestimenta científica, considera oportuno expresar valoraciones de carácter moral o ideológico en vista de sus objetivos de investigación.
Asimismo, debe abstenerse de recabar indicaciones prescriptivas a partir de sus investigaciones. Desde este punto de vista, la ciencia política se opone diametralmente a la filosofía política tradicional que nunca ha tematizado la distinción entre juicios de hecho y juicios de valor, y ha sido concebida primordialmente como una reflexión sabia y normativa más que como una forma de conocimiento objetivo.
Es evidente que este catálogo metodológico, en el que se concentra el núcleo del credo conductista, remite a una serie de oposiciones filosóficas y epistemológicas muy generales: aquellas que la perspectiva común empirista ha heredado del positivismo lógico vienés y combinado con algunas corrientes propias de la tradición norteamericana, como el operacionalismo, el pragmatismo y la psicología conductista de John Watson y B.F. Skinner.
En el centro de estas opciones está la decisión de asumir la experiencia política dentro del ámbito de las ciencias empíricas; pues se considera superada toda diferencia de principio, al menos desde el punto de vista de su cogniscitividad y predicabilidad, entre los "comportamientos" de los objetos naturales y los comportamientos individuales y colectivos de los sujetos humanos.

LOS ARGUMENTOS DE LOS FILÓSOFOS DE LA POLÍTICA

Las primeras reacciones por parte de los cultores de la filosofía política tradicional asumen, como ya lo he señalado, la forma de un debate sobre el "declive de la teoría política". El debate arranca del célebre ensayo de Isaiah Berlin, Does Political Theory Still Exist? (1962), en el cual la principal tesis "defensiva" consiste en la reivindicación de una insustituible dimensión filosófica de la reflexión política que ninguna "ciencia" de carácter lógico-deduc-tivo o empírico está en condiciones de cubrir, porque se refiere a problemas que no son ni de orden lógico ni empírico: son problemas que implican opciones filosófico-ideológicas muy generales y elecciones de valor continuas, comenzando por el problema del fundamento de la obligación política.
A esta tesis se añade la denuncia de la incapacidad de la ciencia política de construir una "teoría" que sea significativa desde el punto de vista de lo que en realidad acontece dentro de la esfera de la "política" y que sea relevante para quien está involucrado prácticamente en la vida política: una teoría que por lo mismo esté en grado, como pretende el programa conductista, de "sustituir" la filosofía política o le reserve a lo sumo una función metalingüística de análisis y clarificación del lenguaje politológico.
Los análisis de los hechos y de los comportamientos empíricos, que la ciencia política asume como ámbito exclusivo de su propia indagación, dejan de lado la discusión sobre los fines de la política y las razones que vuelven legítimo (o ilegítimo) el ejercicio del poder; temas que la tradición del pensamiento político occidental, de Aristóteles en adelante, ha colocado en el centro de su reflexión.
Una "ciencia" que en honor a un ideal abstracto de rigor metodológico expulsa de su propio ámbito la discusión sobre los "valores" de la política, para ocuparse de manera exclusiva de los "hechos", termina por no estar en condiciones de ubicar, y mucho menos de contribuir a resolver, los problemas de la política, pues éstos implican siempre una decisión sobre los fines, los límites y el sentido de la vida política.
Sobre todo en momentos de crisis o de rápida transformación de los sistemas políticos o de turbulencia de las fuerzas e ideologías que los operan, el científico político "neutral" termina, en consecuencia, por constreñirse a la impotencia intelectual y al silencio.
La ambiciosa tentativa de imitar el modelo de las ciencias naturales impone a la ciencia política muy elevados niveles de rigor en el procedimiento que son simplemente la causa de su obsesión metodológica y, de forma simultánea, de sus frustraciones debidas a la precariedad o escasa relevancia de los resultados alcanzados.

Bajo muchos perfiles son diversos los argumentos desarrollados por los críticos de la ciencia política que he llamado "postempiristas" y que se expresan en el cuadro de la crisis de la perspectiva común empirista angloamericana. T
ales autores no dudan en referirse a la ciencia política como una "ciencia corrompida", cuestionándole no sólo los resultados, sino también las mismas asunciones epistemológicas que la constituyen como "ciencia" en el contexto de las "ciencias sociales" contemporáneas y que, en el terreno epistemológico, la oponen directamente a la filosofía política.
Independientemente del juicio que se quiera expresar sobre los resultados de la "ciencia política" —el cual podría ser también, de manera hipotética, ampliamente positivo—, lo que es insostenible es que la "ciencia política" alcance sus resultados en cuanto "ciencia", es decir, en cuanto permanece fiel a sus premisas epistemológicas, y no, por el contrario, precisamente en la medida en la que opere en menoscabo de sus postulados o sobre la base de su aplicación puramente metafórica si no es que retórica.
El paradigma de facto de la ciencia política no es el hiperracionalista pretendido por sus metodólogos, sino el que Lindblom ha llamado del "muddling through", del salir del paso lo menos mal posible, según técnicas pragmáticas de solución de los problemas uno por uno y paso a paso, sin alguna estrategia cognitiva de carácter general (Hayward, 1986, pp. 3-20).
Si éste es el tema central de la nueva polémica contra la "ciencia política", resultan demasiado articulados sus desarrollos argumentativos. Éstos se pueden compendiar muy esquemáticamente en los siguientes cinco puntos que en forma directa o indirecta se refieren, cuestionándolas, a las cinco asunciones originarias de la ciencia política conductista que habíamos examinado antes.
1. No es posible registrar regularidades de larga duración y de amplio rango ni en el comportamiento de los actores políticos ni en el funcionamiento de los sistemas políticos. Aún en la actualidad, la ciencia política no ha sido capaz de elaborar alguna ley general, de carácter causal o estadístico, que permita explicaciones y mucho menos previsiones de tipo nomológico-deductivo.
No está en condiciones de explicar o de prever, no porque revele una situación provisional de inmadurez y escaso desarrollo técnico, sino por razones teóricas de fondo, que por lo demás son las mismas que vuelven altamente problemática la explicación nomológico-deductiva y la previsión de "eventos únicos" incluso en el ámbito de las ciencias físicas, químicas y biológicas (Zolo, 1989).
Aún más, las ciencias sociales se encuentran en dificultades específicas que tienen que ver con el alto grado de impredictibilidad de los comportamientos individuales, la complejidad creciente de las relaciones sociales, el carácter no lineal pero reflexivo de los nexos funcionales y en particular de las relaciones de poder (Luhmann, 1975; Crespi, 1985, pp. 459-522). La epistemología postempirista niega por lo demás de manera general —incluso en el sector de las ciencias físicas— la existencia de leyes universales e invariables, sustraídas de la dimensión histórico-evolutiva.
2. La validez de las generalizaciones nomológicas de la ciencia política —no menos y probablemente en mayor medida que cualquier otra ciencia social o "natural"— no es susceptible de verificación o, como pretenden los popperianos, de falsación empírica, siempre que estas expresiones no se usen en un sentido puramente metafórico.
En realidad, los "hechos" con base en los cuales las explicaciones y previsiones deberían ser rigurosamente verificadas (o "falseadas") son ellas mismas el resultado de selecciones que responden a los imperativos metodológicos de una teoría dada o filosofía precedente.
Las confirmaciones empíricas son relativas a las teorías presupuestas, están y caen con ellas, tal y como ha acontecido en la historia de la física con numerosas teorías ampliamente sustentadas por controles empíricos y que, sin embargo, han sido después abandonadas, comenzando por las teorías del flogisto y del éter.

En otras palabras, no existe un "lenguaje observativo" que pueda ser rigurosamente distinto del lenguaje de las teorías, las cuales siempre están, de alguna manera, ligadas con filosofías generales, con verdaderas y propias Weltanschauungen histórica y sociológicamente condicionadas. No tiene sentido riguroso alguno, entonces, la idea de que el control de las teorías, en ciencia política como en cualquier otro sector de investigación, consista en la verificación de su "correspondencia" con los "hechos".
Por otra parte, el así llamado "método comparativo", a menudo reivindicado por los científicos políticos, comenzando por Giovanni Sartori (1985, p. 114) y por Stefano Bartolini (1986, pp. 68-83), como el método específico de indagación de la política, de ninguna manera puede ser entendido como un "método de control" y tampoco, más generalmente, como un método: es simplemente una operación de valoración y selección de los datos que toda técnica inductiva, incluso la más elemental, necesariamente comporta en la fase inicial de elaboración de una teoría (McIntyre, 1983, pp. 8-26; Bobbio, 1983, p. 1023).
3. Dentro de la sociología de los comportamientos políticos existen márgenes muy reducidos por la medición y la cuantificación, con la sola excepción, quizá, del análisis de los resultados electorales (que con un cierto abuso terminológico es designado como "observación de los comportamientos" electorales, mientas que en la realidad no tiene que ver con algún comportamiento social "observable", sino sólo con aspectos cuantitativos de procedimientos sociales ritualizados).

Aquello que en el fondo impide o vuelve irrelevante el uso de técnicas cuantitativas y de toda medición digna del nombre es la imposibilidad de atribuir significado político a los comportamientos sociales sin una consideración de las "motivaciones" de los actores: sus referencias simbólicas, sus ideologías, los fines declarados, latentes o disimulados de su "acción política" (Bobbio, 1983, p. 1025).
4. La ciencia política no ha podido "acumular" en el intento, un núcleo de teorías y de conocimientos compartidos en forma unánime, como patrimonio indiscutible de la disciplina. Precisamente la tentativa original, ingenuamente inductivista, de acumular datos cognoscitivos multiplicando las investigaciones empíricas sobre aspectos muy sectoriales (los mal afamados estudios de caso) o marginales de la vida política, ha dado lugar a las conocidas distorsiones "hiperfactualistas" en las que se ha manifestado el provincianismo disciplinario de la ciencia política estadounidense. Y este género de provincianismo ha sido objeto, amén de las célebres críticas de C. Wright Mills, de una difundida y severa autocrítica, expresada en particular por David Easton en algunas de las obras más importantes.
También ingenua parece la tentativa de unificar de manera conceptual el léxico teórico de la ciencia política, como desde hace años lo intenta Giovanni Sartori, que con este propósito ha fundado en la Universidad Pittsburgh un controvertido Commite on Conceptual and Terminological Analysis (COCTA).
Por asunción expresa de los mismos fundadores de este Commite, la situación semántica de la ciencia política contemporánea recuerda aquélla de la "torre de Babel" (Sartori, 1975). Como quiera que sea, lo que parece escapar a estas tentativas es que no es posible eliminar el componente metafórico (necesariamente impreciso, subjetivo y convencional) del lenguaje teórico y en el que precisamente reside en buena medida la capacidad representativa e informativa así como la fecundidad heurística de los conceptos y las teorías.
5. El compromiso de la avaloratividad se revela en general impracticable en el ámbito de las ciencias sociales y en modo particular en el estudio del fenómeno político. Tan pronto se pasa de los niveles elementales de clasificación de los datos a la elaboración de teorías no banales, es decir, suficientemente complejas como para poder ser referidas y aplicadas en forma eficaz a la experiencia política, resulta inevitable que el investigador se oriente, consciente o inconscientemente, según ciertas elecciones de valor, de naturaleza filosófica, ética o ideológica (Taylor, 1967).
En particular, la indagación de las relaciones de poder no parece estar en condiciones de apartarse de la influencia que las relaciones de poder existentes ejercen reflexivamente sobre los presupuestos sociales, económicos y cognitivos de la investigación misma.
En general, no parece fácil individualizar y borrar el componente valorativo de las teorías cuando las premisas de valor son disimuladas o inconscientes o cuando influyen la percepción misma de los fenómenos, así como la selección y ubicación de los problemas: en todos estos casos no existe algún criterio seguro que permita aplicar al lenguaje teórico el filtro terapéutico de la weberiana Wertfreiheit.
Es claro que a la luz de estas posiciones no existe una "ciencia política" que, por una parte, pueda ser significativamente distinta de la sociología de la política y, por la otra, de la filosofía política tradicional. Se trata de una simple cuestión de grados y predilecciones temáticas (Zolo, 1985).
Como quiera que sea, una teoría política "postempirista" debería incluir dentro de su ámbito ya sea la investigación analítica sobre el presente, o la reconstrucción histórica del pensamiento político, o la distinción sobre los fines y los valores de la política, o, finalmente, la meta-reflexión epistemológica sobre los procedimientos y los métodos de la investigación política.

LA "TRAGEDIA" DE LA CIENCIA POLÍTICA ESTADOUNIDENSE

Con el término un poco enfático de "tragedia" me refiero, junto con David M. Ricci, a la situación de agudo desconcierto en el cual se encuentra la ciencia política estadounidense después de que varios de sus exponentes, entre ellos algunos de los más autorizados como Gabriel A. Almond y David Easton, han sometido a una crítica muy severa tanto el programa originario del conductismo político como los desarrollos sucesivos de la disciplina.

La "ciencia política" estadounidense, observa Ricci, parece incapaz de producir un efectivo "conocimiento político" (political knowledge) precisamente a causa de su empeño por alcanzar un conocimiento cierto y absolutamente preciso —"científico", para ser exactos— de la vida política.
Simultáneamente, el compromiso con un (inalcanzable) conocimiento "científico" de la política desvía al científico político de los temas políticos cruciales de la sociedad en la que vive, como la crisis de las instituciones democráticas, pues estos temas no pueden ser enfrentados en forma seria por quien hace de la neutralidad política su propio hábito profesional.
La ciencia política corre entonces el riesgo de autonegarse "trágicamente" en cuanto ciencia "políticamente indiferente". Esta situación de desconcierto, como veremos, se refleja también en la ciencia política italiana, no obstante que en Italia ningún estudioso se ha empeñado seriamente en un revisión de las premisas epistemológicas y los resultados cognoscitivos de la disciplina, a excepción de Domenico Fisichella (1985).
Almond y Easton reconocen no sólo lo inoportuno, sino además la imposibilidad teórica misma de tener fe en los empeños del programa conductista. Gabriel Almond refuta la idea de que la ciencia política deba proseguir sobre el camino de la imitación de las ciencias naturales, que llama "un
flirt con metáforas equivocadas"; niega que el modelo nomológico-deductivo, con su implícita asunción determinista y causalista, sea de alguna utilidad para la explicación y la previsión de los fenómenos políticos-sociales; minimiza la utilidad de las axiomatizaciones lógico-matemáticas puesto que a su rigor formal corresponde una desarmante sencillez que las vuelve inadecuadas frente a la complejidad de los fenómenos políticos; aconseja el uso de teorías heurísticas "débiles" que no pretendan legitimarse con base en su poder explicativo-predictivo, sino que se limiten a "interpretar" y "comprender" la política como "un proceso de adaptación y logro de fines" en contextos decisionales sujetos a vínculos (Almond y Genco, 1977).
David Easton es aún más radical. En un cuidadoso examen retrospectivo del desarrollo de la ciencia política en Estados Unidos, Easton no vacila en relacionar el éxito de la disciplina (que afirmaba la neutralidad ideológica del científico político) con el mito del fin de las ideologías, mito que en realidad ocultaba, a su juicio, el incontrastado dominio de la ideología democrático-conservadora.
De igual forma, Easton no duda en sostener que la ciencia política estadounidense ha tomado ventaja por el clima de persecución contra los liberales y los disidentes instaurado por el macartismo durante el primer lustro de los años cincuenta en tanto que, legitimando sobre el terreno teórico el desinterés por los problemas sociales y por la crítica política, ofrecía a los politólogos una zona franca donde sustraerse de los peligros del choque político e ideológico.

Según Easton, la falta de éxito de la ciencia política conductista se debe a su subestimación de las transformaciones reales en la sociedad estadunidense, a su incapacidad de previsión social, a su escasa atención a la dimensión histórica, a su confianza en una dogmática concepción del "método científico" deducida del neopositivismo, a su ingenua creencia en la neutralidad valorativa de la ciencia.
Después de la crisis del conductismo, la ciencia política estadounidense, sostiene Easton, carece de un punto de vista y de un fin común, está privada de tensión cognitiva e imaginación: en una palabra, está en una fase muy delicada de crisis respecto de su propia identidad disciplinaria.
Y para salir de la crisis, Easton, al igual que Almond, propone abandonar las asunciones originarias del conductismo debido a sus conexiones con una idea de ciencia —la positivista— que se ha revelado insostenible. Desde el punto de vista de los niveles epistemológicos, la investigación política debe considerarse satisfactoria si logra recuperar las razones plausibles, aunque no "rigurosas", del comportamiento político, junto con una capacidad de "comprensión" de los fenómenos que se refiera atentamente a los datos empíricos, pero que no pretenda fundarse sobre ellos en los términos cruciales de la verificación o falsación (Easton, 1985, p. 118).
LA "CIENCIA POLÍTICA" ITALIANA ENTRE SARTORI Y PASQUINO

¿Cómo reaccionan los politólogos italianos a esta situación de crisis de su disciplina en la tierra de sus orígenes? Giovanni Sartori sostiene que la ciencia política italiana siempre ha estado inmune de los defectos y excesos de la ciencia política estadounidense, que nunca ha sido propiamente ni conductista ni positivista, por lo que se encontraría hoy en una situación de ventaja respecto a Estados Unidos, sobre todo en lo que se refiere a la política comparada.
No obstante esto, Sartori repropone la idea de que la ciencia política, en oposición a la filosofía política que a su juicio no produce un saber "controlable", debe respetar "los cánones metodológicos del conocer empírico". Y Sartori los identifica, una vez más, sine glossa, con el rigor lógico de las definiciones, la condición observable de los fenómenos, la verificabilidad empírica de las teorías, la acumulación de los conocimientos (Sartori, 1985, p. 118).
Como quiera que sea, la opinión de Giovanni Sartori parece representar una excepción, por cuanto autorizada. Intervenciones de Luigi Graciano (1984), Domenico Fisichella (1985), Alberto Marradi (1987), Stefano Bartolini (1986) y sobre todo, Gianfranco Pasquino (1986) muestran, respecto de Sartori, una muy alta sensibilidad frente a la situación de crisis de los "fundamentos" de su disciplina, y una dosis muy inferior de optimismo en relación con los resultados cognoscitivos alcanzados.

Esta sensibilidad es a veces indirecta o parcialmente inconsciente, y se manifiesta a lo sumo en tentativas de compromiso epistemológico, en formulaciones inciertas y perplejas, o en la decisión de dejar en la sombra las cuestiones más candentes, como es el caso típico de la contribución metodológica de Stefano Bartolini en el Manuale di scienza della politica.
En mi opinión, este manual forja una indicación importante sobre el estado de la disciplina en Italia. Lo que en primer lugar parece probar, a despecho de un título demasiado comprometido, es su débil perfil metodológico, su sustancial ampliación disciplinaria.
Se trata en realidad de una recopilación de ensayos dedicados a temas específicos, en ocasiones excelentes pero escasamente homogéneos entre sí, salvo por su implícita y "obvia" adhesión ideológica al marco de los valores democráticos occidentales. Su corte es primordialmente histórico-político y filosófico-político, las valoraciones son constantemente intercaladas con los análisis y las informaciones, aunque está ausente una explícita tematización crítica o reformadora.
Casi nada, sin embargo, que recuerde y mucho menos convoque, a aplicar los cánones clásicos del conductismo, si se excluye el uso semánticamente retórico de términos como "cientificidad", "observación", "medición", "control empírico".

CONCLUSIÓN

En las páginas finales del ensayo "Natura ed evoluzione della disciplina" con el cual se abre el Manuale di scienza della politica que he citado ya varias veces, Gianfranco Pasquino señala en forma enérgica la exigencia de que la ciencia política se confronte de nuevo y se redefina respecto de la filosofía política, aceptando medirse con la rica complejidad de sus temas, muy por encima de toda batalla por la defensa de confines disciplinarios o por la conquista de mayores espacios académicos.
Pasquino alienta la idea de que por la interacción entre científicos políticos y filósofos políticos emerja una nueva capacidad teórica, una nueva "teoría política", en condiciones de medirse con la creciente complejidad de la realidad política contemporánea.
Considero muy interesante esta perspectiva, y más aún porque, junto con los postempiristas, pienso que no es posible trazar entre las dos disciplinas un riguroso confín de orden teórico, conceptual o lingüístico. En realidad, no disponemos de un estatuto epistemológico definido, y mucho menos definitivo, de las ciencias sociales y en particular de la ciencia política.
En otras palabras, nuestros conocimientos sociales no tienen confines precisos ni fundamentos. Estamos todos, y es el mismo Pasquino quien lo recuerda (1986, p. 31), en la metafórica nave de Neurath, donde los marineros se empeñan en reparar y restructurar su nave en mar abierto, sosteniéndose sobre las viejas estructuras y sin la posibilidad de llevarla al muelle para reconstruirla desde el principio. Estamos todos involucrados en esta situación de circularidad.
Pero para que el diálogo entre filósofos y científicos de la política pueda tomarse en formas no puramente académicas y volverse fecundo también desde un punto de vista político, considero necesario que ambas disciplinas hagan con firmeza las cuentas con su historia y se liberen de una parte de su tradición.
Asimismo, es necesario que ambas se ocupen mucho más de los "problemas" que de los "hechos" de la política, para no hablar sólo de los asuntos de método o de las rituales reverencias académicas por los clásicos del pensamiento político.
Más que limitarse a promover recíprocas actiones finium regundorum, ambas disciplinas deberían recuperar sensibilidad e interés por las grandes interrogantes sociales y políticas de nuestro tiempo: del destino de la democracia en las sociedades complejas, dominadas por las tecnologías robóticas y telemáticas, a los crecientes poderes reflexivos del hombre sobre su ambiente y su misma identidad genética y antropológica; de la violencia creciente de las relaciones internacionales al abismo económico que separa los pueblos del área postindustrial del resto del mundo.

La filosofía política debería dejar a las espaldas algunos aspectos no secundarios de su tradición "vetero-europea": su genérico humanismo, su moralismo, su tendencia especulativa a diseñar modelos de "óptima república", su predilección por las grandes simplificaciones del mesianismo político, su desinterés por el análisis cuidadoso y resaltador de los fenómenos.
En efecto, no parece que haya espacio, dentro de las sociedades complejas contemporáneas, para una filosofía política que pretenda "rehabilitar" y volver a recorrer los viejos caminos de la metafísica aristotélica o de la teología dogmática. Y de esto no parecen del todo conscientes los filósofos políticos italianos (Galli, 1988; Duso, 1988; Gozzi y Schiera, 1987) que, después de haber puesto brillantemente en duda el código "modelo" de las certezas vulgo-democráticas, se dirigen nostálgicos, en compañía de Carl Schmitt, Leo Strauss y Eric Voegelin, a la tradición teológico-metafísica, con su cortejo de ingenuidades ontológicas, de dogmatismos morales y de concepciones políticas jerárquicas y autoritarias.
Tampoco parece haber espacio para una recuperación del moralismo iusnaturalista, en sus variantes utilitaristas o contractualistas (Veca, 1988), que se revelan poco más que esquemas elementales de justificación de los arreglos económicos-políticos existentes. Esquemas que la creciente complejidad social vuelve entre otras cosas ineficaces, incluso desde el punto de vista apologético.
La ciencia política, por su parte, debería liberarse de su obsesión metodológica, de las presunciones de su ideología cientificista, de su imposible aspiración a la neutralidad valorativa, de su débil sensibilidad por la historia y el cambio social.
Con todo, la ciencia política no debería renunciar a su lección de rigor y claridad conceptuales, ni disminuir su vocación por la indagación "empírica" sobre la política, si esto significa, una vez abandonados los prejuicios positivistas, actividad de información, documentación y estudio comparativo de los sistemas políticos contemporáneos, sin la cual no se construye alguna "teoría política" digna de tal nombre.

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