domingo, 11 de mayo de 2008

ANÁLISIS DE LA POLÍTICA: Del poder en la sociedad hacia el Estado y el Sistema Político

Edgar Alberto Zamora Aviles
Ciencia Política UN
Febrero de 2008
Presentación

El presente ejercicio intenta realizar una lectura de los enfoques Sistémico, del Estado, y de Poder en cuanto al análisis de la política y exponer las relaciones existentes y las diferencias entre éstas. Partiremos de que existen dos maneras de analizar la política, el enfoque Sistémico y el enfoque que retoma la categoría Estado y que, lo que podría ser un enfoque distinto, el del Poder, no lo es en cuanto tal.

Para realizar este ejercicio hemos arriesgado la siguiente hipótesis de navegación: En el análisis de la política pueden encontrarse dos enfoques diferenciados, el que retoma como categoría central al Sistema Político y el que retoma como categoría central al Estado; estos enfoques pretenden dar cuenta de las estructuras y actores que intervienen en la esfera política de una sociedad, razón por la cual evitan quedarse en un análisis estático o inmóvil y, tienen la pretensión -valga decir necesaria- de logar un entendimiento dinámico de la política en donde se muestre a los diferentes elementos interactuando; precisamente, es a partir de esta pretensión que se hace necesario un análisis del poder en las sociedades pues éste es el que brinda la posibilidad de articular los diferentes elementos del Sistema Político o, en el caso del Estado, permite ver las estructuras Estatales y sociales interactuando; de esta manera, el análisis del poder o su concepción en una sociedad dada es el que brinda fundamento a cada uno de los enfoques y, recíprocamente, será la concepción del poder en la sociedad la que establezca las diferencias entre un análisis de la política Sistémico o uno que retome la categoría Estado.

Este ensayo articula el desarrollo de esta hipótesis en dos partes, una primera en la cual se retomará un análisis sistémico de la política, el elaborado por David Easton; una segunda parte la constituye el análisis de la sociedad que retoma la categoría de Estado que realiza Pierre Bourdieu.

Introducción

Un análisis como el que se sugiere debe, necesariamente, estar situado histórica y socialmente[1] pues, atendemos a que las formas de pensamiento no se encuentran en lo abstracto; mas aún, esta discusión entre Sistema Político y Estado atiende, en general, a las transformaciones históricas del capitalismo (nos estamos refiriendo al paso del modo de producción fordista hacia el modo de producción posfordista que no es el tema de este ensayo) y en particular, a la relación entre el saber y el poder o la carga valorativa de los académicos dentro de la joven Ciencia Política.

En este sentido, es muy útil traer las consideraciones que Borón[2] realiza, el problema de repensar el estado actual de la ciencia política desde su raíz tiene que ver con la relación entre sociedad, historia y teoría política:

"Para tratar de comprender esta aberrante anomalía [el desplazamiento del Estado como categoría de análisis] resulta indispensable examinar la relación dialéctica entre sociedad, historia y teoría política: es allí donde se encuentran las claves para descifrar la conformación y crisis de los sucesivos “paradigmas” de las ciencias sociales, fuertemente influenciados por la gravitación que diferentes tradiciones intelectuales y políticas ejercen en distintos tipos de sociedades." (Borón, 2003: 265-266).

Por esta razón, el análisis de la política desde el Estado o desde el Sistema Político tendrá que ver necesariamente con las interpretaciones del poder en una sociedad, con su distribución impersonal e igual entre todos o con la concentración, sino totalmente, de una buena cantidad de recursos en el Estado.

El Sistema Político de Easton y el Poder Distribuido

Easton[3] es un teórico que marca un punto de inflexión en el debate acerca de la ciencia política, su objeto de estudio y su metodología[4]; su pregunta de trabajo es cómo persisten los sistemas a pesar de los desafíos que le imponen las perturbaciones provenientes del ambiente (Easton: 216-217).

La definición de sistema que el autor plantea es muy genérica: “cualquier conjunto de variables independientemente del grado de relación existente entre ellas” (Easton: 221), sin embargo, ésta es aterrizada cuando define el sistema político en términos de sus funciones o variables esenciales: “Todos los sistemas políticos se caracterizan por el hecho de que para describirlos como persistentes, tenemos que atribuirles el cumplimiento exitoso de dos funciones: asignar valores para una sociedad, y lograr que la mayoría de sus miembros acepten estas asignaciones como obligatorias por lo menos la mayor parte del tiempo”(Easton: 223).

Pero ¿Cómo es que se comunican sistema y ambiente? Ante esta pregunta el autor responde con dos conceptos: el de insumos (inputs) y productos (outputs). El primero funciona como variable resumen de la variada gama de perturbaciones y está referido a todo acontecimiento externo que altere o modifique al sistema en alguna medida (Easton: 226); los principales insumos son las demandas y los apoyos, estos últimos aseguran las funciones esenciales del sistema. El segundo concepto, el de productos, designa la comunicación del sistema hacia el ambiente[5].

Para cerrar su cuadro teórico, Easton nos propone un modelo dinámico de sistemas. Con el concepto de circuito de retroalimentación (feedback loop)[6], se explica que el sistema “aprovecha lo sucedido procurando modificar en consecuencia la conducta futura”, y también, controla la posible tensión creando insumos de apoyo para mantenerse en un nivel mínimo (Easton: 228).

A pesar del instrumental conceptual de Easton, como son las personas las que interactúan en el sistema político, las que realizan las demandas y las que producen los otputs (en este caso las autoridades), queda abierta la pregunta por una explicación de cómo se agencian las demandas, y cómo lograr una respuesta a ellas desde las autoridades; en otras palabras, ¿Cómo es que una persona o un grupo social puede posicionar una demanda en la agenda pública? y ¿Cómo es que podría, eventualmente, conseguir que la respuesta dada sea satisfactoria –es decir posicionar una respuesta o output?.

En Robert Dahl podemos encontrar un análisis del poder que logra abordar estas preguntas y complementa la concepción de la sociedad que se encuentra implícita en estos postulados sistémicos anglosajones. Desde un enfoque sistémico empírico propone un análisis del poder –influencia o términos de influencia como prefiere llamarlo[7]. Define al sistema político como un “modelo de relaciones humanas que involucra en un grado significativo, control, influencia, poder o autoridad” (Dahl: 13).

Dahl realiza una critica a “la falacia de la suma del poder”, en la cual, el poder sería una masa que se posee o no –en un juego de suma cero- y pasa a considerar el poder como distribuido en toda la sociedad de manera desigual de acuerdo a una analogía con la riqueza –al estilo de Parsons-; esta última posición solo sería explicable como una posición ideológica desde el pluralismo que quiere mostrar en EEUU.

Se afirma de manera general que “A influencia a B en la medida en que modifica de algún modo los actos o la predisposición de B”, pero, de acuerdo a como lo plantea Lukes[8] es importante complementar esta definición con lo que el autor propone en The Concep of Power (1975), y que mueve su definición hacia el campo relacional, esto es, que tal definición implica “una tentativa coronada por el éxito por parte de A de conseguir que a [en este caso B] haga algo que, de otra manera, no haría” (Lukes: 5). Finalmente, la desigual distribución del poder en una sociedad se explica a partir de individuos aislados, y sus decisiones alrededor de unos recursos políticos propios.

Nótese que en las definiciones que presenta el autor, aunque parte de relaciones humanas y relaciones de poder, éstas no son analizadas mas que en términos de la individualización de la acción, e insiste en las puras decisiones de los actores y en la consciencia de los actos de éstos, es decir que, está centrado en un análisis del comportamiento (de acuerdo al individualismo metodológico y de contenido predominante en la Political Science) antes que de la relación entre actores.

Así, tenemos una sociedad donde el poder esta desigualmente distribuido entre individuos y/o grupos sociales que utilizan sus recursos para posicionar tanto las demandas en la agenda pública como las posibles respuestas que del sistema político resulten –respuestas de las autoridades que hablan a nombre del sistema político.

En esta exposición teórica de Easton y de Dahl, queda como pregunta fundamental por qué no se discute con el Estado; este problema, como bien lo apunta Borón, es un problema que ya está resuelto desde el momento en que se considera que el poder en las sociedades se encuentra distribuido entre todos y no existe un alguien o un algo (como el Estado) que pueda concentrarlo.

Estado y Poder Simbólico[9]

El esfuerzo teórico de Pierre Bourdieu se enmarca en proponer un modelo de emergencia del Estado; sin embargo, el estado sigue siendo indeterminado, por lo menos de antemano: “el Estado es una X (a determinar) que reivindica con éxito el monopolio del uso legítimo de la violencia física y simbólica en un territorio determinado y sobre el conjunto de la población correspondiente” (Bourdieu, Génesis del…).

Este autor analiza la sociedad en términos de campos sociales[10], pero este mundo social es fruto de “luchas simbólicas, inseparablemente cognitivas y políticas, por el conocimiento y reconocimiento en las que cada cual busca imponer como legítimos los principios de la elaboración de la realidad social más favorables a su ser social (individual y colectivo)” (Bourdieu, 1999: 246).

Entre estos campos sociales, el burocrático reviste especial importancia para Bourdieu en la medida en que es el campo desde donde se establecen las visiones “oficiales” del mundo; como el Estado es el detentador del monopolio de la violencia simbólica legítima, es el lugar en donde se ubica la clase dominante[11], para imponer legítimamente su visión del mundo, sus representaciones simbólicas; el Estado permite el reconocimiento de una visión del mundo, que de hecho por su propia existencia ya impone límites a la lucha de clases, los hechos pasan de ser contingentes, oficiosos u ocultos, a tener el status de oficiales, conocidos y reconocidos por todos, publicados y públicos (Bourdieu, 1999: 245).

De esta manera, mas allá de los diferentes capitales, campos sociales y su análisis –que no es un tema de competencia en este ensayo-, el campo del poder y en particular el capital y el poder simbólicos revisten importancia para nosotros en la medida en que, son los conceptos que le permiten al autor generar una teoría dinámica con la cual explicar la sociedad, ya que el Estado es el monopolizador de un meta-capital propio:

"El Estado es el resultado de un proceso de concentración de diferentes especies de capital, capital de fuerza física o de instrumentos de coerción (ejército, policía), capital económico, capital cultural o, mejor, informacional, capital simbólico, concentración que, en tanto tal, constituye al Estado en detentor de una suerte de meta-capital que da poder sobre las otras especies de capital y sobre sus detentores. La concentración de diferentes especies de capital (que va a la par de la construcción de los diferentes campos correspondientes) conduce, en efecto, a la emergencia de un capital específico, propiamente estatal, que permite al Estado ejercer un poder sobre los diferentes campos y sobre las diferentes especies particulares de capital y, en particular, sobre la tasa de cambio entre ellas (y al mismo tiempo, sobre las relaciones de fuerza entre sus detentores). Se sigue que la construcción del Estado va de la mano de la construcción del campo del poder entendido como el espacio de juego en el interior del cual los detentores de capital (de diferentes especies) luchan especialmente por el poder del Estado, es decir sobre el capital estatal que da poder sobre las diferentes especies de capital y sobre su reproducción (a través, principalmente, de la institución escolar). (Bourdieu, Génesis del…)

Pero, este meta-capital, al ser reconocido y legitimado, se transforma en capital y poder simbólicos[12]:

"Todo remite a la concentración de un capital simbólico de autoridad reconocida que, ignorado por todas las teorías de la génesis del Estado, aparece como la condición o, por lo menos el acompañamiento de todas las demás formas de concentración si es que deben tener cierta duración. .. Se deduce que el Estado, que dispone de medios para imponer e inculcar principios durables de visión y de división conformes a sus propias estructuras, es el lugar por excelencia de la concentración y del ejercicio del poder simbólico." (Bourdieu, Génesis del…)

En suma, se evidencia que el análisis de Bourdieu, que retoma como categoría de análisis para lo político al Estado, no es ajeno a la necesidad de hilar el andamiaje estructural por medio de una teoría del poder, en su caso el poder simbólico, que puede intuirse, se aproxima al poder político: “La lucha política es una lucha cognitiva (práctica y teórica) por el poder de imponer la visión legítima del mundo social, o, mas precisamente, por el reconocimiento, acumulado en forma de capital simbólico de notoriedad y respetabilidad, que confiere autoridad para imponer el conocimiento legítimo del sentido del mundo social, su significado actual y la dirección en la que va, y debe ir” (Bourdieu, 1999: 244).

A manera de Conclusiones

“El Estado y la organización de la sociedad, desde un punto de vista político, no son
dos cosas diferentes. El estado es la organización de la sociedad.”
MARX
Podemos retomar en este apartado las discusiones acerca de lo que podríamos llamar análisis centrados en la sociedad y análisis centrados en el estado, que adelantan Borón y Bob Jessop[13]. La argumentación de Borón puede situarse desde el uso que hace de la crítica de Miliband a la tradición anglosajona:

"Una teoría del Estado es también una teoría de la sociedad y de la distribución del poder en esa sociedad. Pero la mayoría de los “estudiosos de la política” occidentales, a juzgar por sus obras, argumentan, a partir del supuesto de que el poder, en las sociedades occidentales, es competitivo y está fragmentado y difuso: todo el mundo, directamente o a través de grupos organizados tiene algún poder y nadie posee una cantidad excesiva del mismo. En estas sociedades, los ciudadanos disfrutan del sufragio universal, elecciones libres y regulares, de instituciones representativas, de derechos ciudadanos efectivos… y así los individuos, como los grupos, hacen amplio uso de estos derechos, bajo la protección de la ley, de un poder judicial independiente y de una cultura política libre."[14]

Desde este referente conceptual que ofrece Borón se puede examinar el caso de las tesis de Easton y Dahl donde ambos parten de una concepción de la sociedad como pluralista, como libre y con capacidad de agenciar autónomamente los proyectos e iniciativas políticas que les sean propios, una sociedad donde el poder esta esparcido entre todos los individuos y los grupos sociales; de allí que Dahl -con su poliarquía como referente normativo- se centre en una sociedad constituida por individuos atomizados y arrancados de los lazos sociales que toman decisiones autónomas sobre la utilización de sus recursos sin ninguna especie de constricción.

Desde el análisis de Jessop acerca de los desarrollos recientes de las teorías del Estado, se apunta a la misma vía de análisis de Borón al plantear que una de las críticas que dinamizó la discusión académica fue considerar que el Estado o el Sistema Político y la sociedad “son mutuamente excluyentes y autodeterminados, que se pueden estudiar aisladamente y que los análisis resultantes se pueden yuxtaponer para dar una explicación completa” (Jessop: 107).

Proponiendo tentativamente una agenda de trabajo académica, Jessop nos trae de vuelta al punto de partida de este ensayo, las relaciones de poder dentro la sociedad son las que van establecer diferencia a la hora de abordar la política: “Finalmente, esto sugiere que una teoría del Estado adecuada, solo puede producirse como parte de una teoría mas amplia de la sociedad” (Jessop: 125).

Las reformulaciones (de Borón y de Jessop) de la tesis de Marx que aparece como epígrafe de este apartado, parecen confirmar la hipótesis que ha guiado este ejercicio; el enfoque del Estado y el enfoque sistémico de la política se diferencian, de manera general, en cuanto a la concepción de la sociedad y, en particular de la manera como se describe al poder en la sociedad –en el caso de la política, sin duda, el horizonte que interesa es el del ejercicio del poder político.

Pero, surge una preocupación al respecto de la afirmación de nuestra hipótesis; se había planteado que existían dos enfoques diferenciados para estudiar la política y que éstos eran efectivamente diferentes atendiendo a las consideraciones que sobre el poder en una sociedad se hacían; sin embargo, ¿Puede sostenerse que existen dos análisis diferentes de la política ó, por el contrario, solamente existe un enfoque para abordar la política: el del poder?

Dentro del análisis de la política nos interesa es el análisis del ejercicio del poder político en particular y no del poder en general; dentro de este límite lo que va a aparecer como sujeto de la política, ya sea el Estado o el Sistema Político, es lo que va a diferenciar los análisis, ya que con una postura que retome al Estado tendremos que hablar de ciertos niveles de concentración del poder y con el sistema político nos es posible hablar de dispersión e impersonalidad.

Por esta razón considero que lo que hace la diferencia es la categoría que se ponga en el centro del ejercicio del poder político, si bien esta ya esta cuasi definida desde el momento mismo en el que se plantea una sociedad organizada alrededor del estado -incluso sin desconocer otros centros de producción de sentido- o dispersa con un todo vale y todo es posible donde el sistema político aparece como el indicado.
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[1] A propósito véase la posición de Herrera en cuanto al método en, HERRERA, Miguel (2000). Los Laberintos del Método. En: HERRERA, Miguel (2000). Participación y Representación Política en Occidente. Bogotá: CEJA-Pontificia Universidad Javeriana.
[2] BORÓN, Atilio (2003). Estadolatría y Teorías “Estadocéntricas”: Notas sobre Algunos Análisis en el Capitalismo Contemporáneo. En: BORÓN, Atilio (2003). Estado, Capitalismo y Democracia en América Latina. Buenos Aires: CLACSO.
[3] EASTON, David. Categorías para el Análisis Sistémico de la Política. En: EASTON, David (comp.). Enfoques sobre Teoría Política. Buenos Aires: Amorrortu editores.
[4] A este respecto hay que decir que Easton es considerado como parte de los fundadores de la Ciencia Política; pero tampoco seamos tan generosos, lo que Easton y otros autores hacen es establecer una manera de entender la política que no esta por fuera de cargas valorativas; la Political Science es una manera de entender la política que se reclama el título de Científica sin que por esto sea la única –que es como se ha pretendido mostrarla.
[5] La relación sistema-ambiente se da a través de enlaces de la forma Insumo-Producto.
[6] El circuito de retroalimentación esta compuesto de los siguientes elementos: 1) elaboración de los productos por parte de las autoridades; 2) Respuestas de los miembros de la sociedad a esos productos; 3) Comunicación a las autoridades de la información relativa a las reacciones y, 4) Posibles resoluciones posteriores de las autoridades.
[7] Para el autor “poder, influencia, autoridad, control, persuasión, poderío, fuerza y coerción” son –“por comodidad”- “términos de influencia”. Además, unas líneas después afirma que usará influencia o poder como si fueran intercambiables y completa diciendo: “los términos de influencia se limitan a las relaciones entre actores humanos”. DAHL, Robert (1985). Análisis Político Actual. Buenos Aires: Universitaria. pp. 38 y 40.
[8] LUKES, Steven (1985). El Poder. Un Enfoque Radical. Madrid: Siglo XXI de España Editores.
[9] Las consideraciones expuestas a continuación están basadas en los siguientes textos: BOURDIEU, Pierre. Génesis y Estructura del Campo Burocrático. Consultado en: http://pierre-bourdieu-textos.blogspot.com/2006/07/gnesis-y-estructura-del-campo.html , Febrero 6 de 2008 a las 20:00 horas; BOURDIEU, Pierre (2000). Sobre el Poder Simbólico, En: BOURDIEU, Pierre. Poder, Derecho y Clases Sociales. Bilbao: Desclée de Brouwer; BOURDIEU, Pierre (1999). Meditaciones Pascalinas. Barcelona: Anagrama.
[10] Estos campos se caracterizan por ser un espacio limitado, de lucha, definido mediante regularidades de conducta y reglas aceptadas, presenta momentos de crisis coyunturales en las cuales se ponen en cuestión las reglas de juego con las que hasta el momento funciona el campo y, por último, por ser un espacio en donde la distribución de fuerzas es desigual MORALES de SETÍEN RAVINA, Carlos (2000). Pierre Bourdieu: la realidad no visible de la realidad formal, En: BOURDIEU, Pierre y TEUBNER, Gunther. La Fuerza del Derecho. Bogotá: Uniandes/Instituto Pensar/Siglo del Hombre. p. 62.
[11] La clase dominante es el lugar de una lucha por la jerarquía de los principios de jerarquización (Bourdieu. 2000: 95).
[12] El capital simbólico “no es una especie particular de capital, sino aquello en lo que se convierte cualquier especie de capital en tanto que capital, es decir, en tanto que fuerza, poder o capacidad de explotación (actual o potencial) y por lo tanto reconocida como legítima. Más precisamente, el capital existe y actúa como capital simbólico…” (Bourdieu, 1999: 319).
[13] BORÓN, Atilio. Op. Cit.; JESSOP, Bob (1999). Desarrollos Recientes en la Teoría del estado. En: JESSOP, Bob (1999). Crisis del Estado de Bienestar. Bogotá: Siglo del Hombre Editores.
[14] MILIBAND, Ralph (1970). El Estado en la Sociedad Capitalista. México: Siglo XXI. p. 4. En: BORÓN: 266.

Estados plurinacionales y Constituyente

ALAI, América Latina en Movimiento
http://alainet.org/active/239572008-05-08

Bolivia, Ecuador

Boaventura de Sousa Santos

Intervención magistral realizada en el Encuentro Internacional “Pueblos Indígenas, Estados Plurinacionales y Derecho al Agua”, Quito, 12-14 de marzo del 2008
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Texto editado porLina Cahuasquí

Ecuador, en el momento actual se caracteriza por el hecho de que las fuerzas progresistas asumieron la bandera planteada por el movimiento indígena en la década de los 90 para la elaboración de una nueva Constitución que reconozca la diversidad de una manera profunda a través de la plurinacionalidad.

Los avances en los últimos 20 años han permitido pasar de la invisibilidad a la visibilidad, de la resistencia a la propuesta y ahora de la interculturalidad a la plurinacionalidad. Es importante tener en cuenta esto para analizar el actual proceso constituyente.

La Constitución es simplemente un papel que ha sido fuente de frustración durante mucho tiempo. Varios derechos han sido incluidos pero los pueblos continúan siendo excluidos, empobrecidos, invisibilizados y oprimidos. Estamos ante un nuevo tipo de constitucionalismo que implica un proyecto político de país diferente, otra forma de cultura, de convivencia, de territorialidad, de institucionalidad del Estado.

Se trata de un período nuevo, interesante pero muy difícil ya que existen muchos enemigos internos y externos que están muy bien organizados. Lamentablemente las fuerzas progresistas no se organizan tan bien como sus opositores. El actual modelo de Estado es homogenizante porque implica una sola nación, cultura, derecho, ejército y religión.

Esta idea de homogeneidad predomina en las cabezas de las élites, de la cultura y hasta en las fuerzas progresistas que son o pueden ser aliadas de este proceso. De allí la importancia de defender otro tipo de unidad en la diversidad que no sea simplemente aceptada sino celebrada.

La unidad no tiene por qué ser homogénea y tampoco la diversidad tiene que ser desintegración. Estos son los retos que debe enfrentar la nueva Constitución para que efectivamente el actual proceso político implique una importante ruptura con el colonialismo que no terminó con las independencias.

Las diversas iniciativas políticas que están emergiendo en el continente solo pueden ser entendidas reconociendo la existencia de un profundo racismo en la sociedad. Por ejemplo, no podemos entender los conflictos en Bolivia sin antes recordar que para sus élites un indio es solo un indio y no conciben que haya llegado a ser Presidente porque según ellos no es competente. Si revisamos la historia recordaremos que en la Colonia creían que los indios no tenían alma y fue un Papa en 1537 quien tuvo que reconocer que sí la tenían. Han tenido que pasar 500 años, un proceso histórico muy largo para que un indio sea elegido democráticamente.

En Venezuela también existe racismo, basta observar muchas de las críticas lanzadas contra el Presidente Hugo Chávez que lo tildan de macaco y de no pertenecer a las élites blancas de la sociedad dominante.

De allí la importancia del reconocimiento de la continuidad del colonialismo y de que en el proceso constitucional, la plurinacionalidad es un acto de post-colonialidad que rompe con la herencia colonial. La independencia fue dada, concebida, conquistada por los descendientes de los colonizadores no por lo pueblos originarios; es decir, no fue realmente descolonizadora.

En África sucedió todo lo contrario, las independencias se dieron por los territorios, por los países a los pueblos originarios con excepción de Sudáfrica que conquistó su independencia a mediados de los años 90. Este nuevo tipo de constitucionalismo es importante pero no es exclusivo de América Latina. En el mundo existen varios países como Canadá, Suiza, Bélgica y España que se reconocen como plurinacionales. No se entiende entonces por qué el drama, el enfrentamiento y las dudas.

En una reunión de SENPLADES (Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo) a la cual fui invitado les preocupó que la plurinacionalidad desintegre y destruya el país, como también a un periódico de gran circulación en el Ecuador, y les expliqué por qué no deben tener miedo.

Primero, la plurinacionalidad tiene como objetivo descolonizar el país debido a esa profunda herencia colonial. Segundo, exige otra concepción del territorio y del manejo de los recursos naturales. Es allí donde surgen los temores respecto a la propiedad de la tierra, el manejo de los beneficios y las ganancias que producen los recursos naturales.

Este proceso político significa una nueva visión de país, una refundación del Estado ecuatoriano. Bolivia y Ecuador están inventado otro tipo de Estado, uno moderno que amerita nuevas instituciones y nuevos territorios con un marco político diferente que permita pasar del discurso a la práctica y que los cambios se reflejen de una manera visible.

La plurinacionalidad es un acto fundacional o de refundación del Estado y todos los actos fundacionales son transicionales. Pasar de las viejas estructuras a la construcción de nuevos estados es un proceso de transición que no es únicamente político sino cultural y que puede provocar enfrentamientos como está sucediendo en el Ecuador y Bolivia. Son choques sobre la memoria entre aquellos que no pueden olvidar y los que no quieren recordar. Esta confrontación que no es solo política sino también cultural exige construir otro tipo de memoria.

El nuevo modelo de Estado, implica una nueva institucionalidad, otra territorialidad pero también otro modelo de desarrollo. De allí la importancia de las concepciones indígenas que están ganando terreno porque van más allá de las reivindicaciones puramente étnicas.

Hoy en día el punto de vista de los pueblos indígenas es importante en el continente y no solamente para ellos sino para todo el país porque el actual modelo de desarrollo está destruyendo los recursos naturales, el medio ambiente, contaminando el agua, particularmente en el Ecuador como es el caso de la Texaco que durante 30 años causó pobreza, destrucción ambiental y contaminó las aguas.

Este es un viejo modelo y posiblemente las palabras “de desarrollo” no sean las más adecuadas. Por qué entonces no utilizar la palabra “revivir” que tiene una connotación mucho más profunda y que da cuenta de una relación diferente con la Pacha Mama. El concepto de Naturaleza es muy pobre comparado con el de Pacha Mama, que es más profundo y rico porque implica armonía y cosmovisión. Los indígenas colombianos suelen decir “El petróleo es la sangre de la tierra, es nuestra sangre, nuestra vitalidad, si nos sacan la sangre nos matan”.

Esta concepción que para los pueblos indígenas resulta muy natural empieza a tener otra aceptación. No solamente está en juego una crisis del capitalismo sino la supervivencia de la humanidad si se mantiene el actual modelo de desarrollo.

Este acto refundacional tiene una enorme potencialidad para el establecimiento de relaciones más amplias y el movimiento indígena tiene que estar preparado para la construcción de nuevas alianzas. Se trata también de otro modelo de democracia porque la actual es muy excluyente porque ha marginado a las grandes mayorías de la mesa de las negociaciones y de las decisiones.

Por tanto, es necesario democratizar la democracia con nuevas formas de participación más incluyentes que bien pueden ser de origen occidental como la democracia participativa o de origen comunitario como las formas indígenas. La Constitución boliviana, por ejemplo distingue entre democracia representativa; y, democracia participativa y comunitaria.

La democratización de la democracia va acompañada de otro proceso interesante que es el de la ciudadanizacion de la ciudadanía, es decir la ampliación de la ciudadanía a formas de ciudadanía intercultural con diferentes formas de pertenencia. Cuando me preguntan si la plurinacionalidad puede poner en peligro la unidad del país yo respondo rotundamente que no porque esa ha sido mi larga experiencia con los movimientos indígenas de este continente y que básicamente muestran dos cosas.

Los pueblos indígenas son originariamente transnacionales como es el caso de los aymaras, quechuas, mapuches que fueron divididos en varios países y ahora son chilenos, argentinos, peruanos, ecuatorianos o bolivianos. Se reconocen simultáneamente con su identidad nacional indígena y también con la ciudadanía de su país. Han guardado además lealtad a sus países en guerras fronterizas participando con mucha valentía en los ejércitos nacionales.

Un ejemplo de esta doble pertenencia podemos observar en Canadá, por ejemplo, en donde no es lo mismo ser canadiense para un blanco que para un indígena, sin embargo todos son canadienses de una manera muy distinta.

Existen varias maneras de pertenencia y por tanto formas de convivencia. La unidad en la diversidad es una nueva solidaridad social que puede tener un impacto muy fuerte en los territorios y recursos naturales. Pueden producirse enfrentamientos pero en las rupturas también existen continuidades. Por ello, es importante que estos conflictos sean manejados dentro de un marco pacífico y democrático.

Pasar de la interculturalidad a la plurinacionalidad es un salto muy largo pero también en esto se da una continuidad. La actual Constitución Política del Ecuador establece las circunscripciones indígenas pero lamentablemente no fueron reglamentadas.

Cuando me insisten en el riesgo de que la plurinacionalidad pudiera resquebrajar la unidad nacional me pregunto, ¿Dónde están las pruebas, los resultados de estos fenómenos? Por el contrario, los agronegocios y grandes latifundistas de Santa Cruz de la Sierra en Bolivia que plantean el separatismo, ellos sí constituyen un grave peligro para la unidad del Estado. Por tanto, la desintegración no viene de los pueblos indígenas.

El objetivo de la plurinacionalidad no es solamente la idea del consenso sino del reconocimiento de las diferencias, de otra forma de cooperación nacional con unidad en la diversidad. Es un acto de justicia histórica que no puede ser resuelto como un tema de geometría de la democracia representativa.

¿Cuál es el porcentaje de indígenas en este país 30, 20, 7 mil personas? Cuanto más pequeña es la cantidad demuestra el nivel de exterminio y por tanto, la plurinacionalidad tiene que ser más profunda. Un reto para la institucionalidad es compatibilizar la igualdad con la diferencia. Es difícil pero no imposible.

Los pueblos indígenas son los defensores de la soberanía nacional en el actual periodo del neoliberalismo, en el que los Estados Unidos a través de la diplomacia y la estrategia militar han garantizado por años a sus multinacionales el libre acceso a los recursos naturales.

Son para estos sectores que los pueblos indígenas constituyen una amenaza por sus concepciones de territorio, cosmovisiones y la propuesta de la plurinacionalidad. La arrogancia imperial no tiene límites al incluir los territorios indígenas y los recursos naturales como parte de su estrategia de seguridad nacional. Por ello, es importante analizar estos principios en el Ecuador y Bolivia como procesos más amplios que deben enfrentar grandes desafíos.

Varios son los retos que tiene el movimiento indígena como el de articular identidad cultural con interculturalidad igualitaria, formas propias de gobierno con participación política en parlamentos, instituciones y otras formas organizativas que no sean indígenas, sin perder su integridad, autonomía y la característica propia de pueblos indígenas. Otro, superar las divisiones internas, que de hecho existen, y analizar profundamente los errores cometidos en el pasado reciente.

Transformar las energías milenarias en conquistas políticas. La gente no puede continuar siendo humillada. Este proceso constitucional puede tener retrocesos pero es irreversible.

La idea de la plurinacionalidad se traduce en una nueva institucionalidad, el concepto que nos propone es el de una asimetría constitucional. Las diferencias exigen instituciones apropiadas y las convergencias instituciones compartidas como la democracia representativa que permite la votación electoral. Por tanto, tiene que haber compatibilización entre éstas y las formas propias de autogobierno indígena.

El pluralismo jurídico es otra área que exige el reconocimiento de la jurisdicción como una institución con derecho propio, autónomo, que existe y coexiste con el derecho nacional. Las incompatibilidades se pueden resolver siempre y cuando los pueblos indígenas se sienten en la misma mesa de negociaciones y toma de decisiones para crear instituciones apropiadas o compatibles, como por ejemplo el Tribunal Constitucional Plurinacional propuesto en Bolivia.

Ciertamente que no es fácil articular las viejas formas con la nueva institucionalidad de culturas, territorios, lenguas, cosmovisiones, pero es plenamente posible si asumimos que éste es un proceso transicional y por tanto, un Estado Experimental.

La lucha empieza cuando termina la Constitución no al revés. En este Estado Experimental la gente tiene temores y es necesario reconocer esos miedos para encontrar soluciones. En Bolivia hice una propuesta que lamentablemente no se pudo aplicar, quizás las condiciones en Ecuador sean diferentes.

Consiste en la generación de un proceso global de participación popular que permita evaluar al cabo de cinco años los aspectos positivos, negativos o los fracasos de la nueva Constitución. Erróneamente se cree que la Constitución es algo permanente, pero no es así. Este proceso de experimentalismo puede disminuir los enfrentamientos como en el caso de Bolivia en donde cada vez se agudiza el conflicto.

La nueva territorialidad también implica el manejo de los recursos naturales y el miedo de la derecha e incluso de sectores progresistas es que los pueblos indígenas se apropien del agua y de todos los recursos naturales. Esto refleja el nivel de racismo existente.

Los pueblos indígenas reclaman participación en los procesos de decisión no para adueñarse de los recursos naturales sino para develar otro tipo de solidaridad nacional, de reparto de los beneficios, de un manejo distinto que no destruya la tierra o contamine el agua, de una visión para el conjunto de la sociedad y no simplemente para ellos.

Una concepción que permita vivir bien y no ponga en riesgo la sobrevivencia de los pueblos. Esta tarea no es fácil porque los medios de comunicación están en contra y el movimiento indígena no ha podido comunicar bien su visión de país y tampoco ha logrado tejer alianzas con fuerzas progresistas e incluso aliados blancos que son actores importantes en este proceso.

Los ecologistas son uno de ellos porque están luchando por entender mejor lo que es la Pacha Mama, una concepción absolutamente evidente para los indígenas que conciben los recursos naturales como parte de su cosmovisión, de su cultura a diferencia de la cultura euro-céntrica que separa la naturaleza del resto.

El movimiento feminista es otro potencial aliado que ha colocado la lucha de la mujer indígena contra el sexismo indígena en la sociedad blanca. Por tanto, es una alianza que se puede ampliar.

Finalmente, el Ecuador está en condiciones muy favorables para crear avances importantes en un marco de profundización democrática. Los ojos del mundo y particularmente del continente están puestos en el Ecuador. Es una oportunidad histórica que no puede desperdiciarla.

Algunos momentos, algunas palabras

Ignacio Ramonet Rebelión

Dada la actualidad, y con la autorización del autor y las editoriales, publicamos el prólogo de Ignacio Ramonet al libro de Hernando Calvo Ospina sobre la historia del terrorismo de Estado en Colombia

Según la historia, a partir de la segunda mitad del siglo XIX existen en Colombia dos partidos políticos, el Liberal y el Conservador. No es falso. Pero ello no es suficiente. En realidad, desde esa época, el país está dividido entre aquellos que lo poseen todo y aquellos que nada tiene.

No entraré en los detalles de la tragedia colombiana, que Hernando Calvo Ospina desarrolla aquí ampliamente y con gran talento. A modo de introducción, me contentaré con recordar algunos hechos significativos, emblemáticos de esta penosa historia.

Elegido al Congreso en 1929, el liberal Jorge Eliécer Gaitán decidió combatir a lo que él llamó la oligarquía: los ricos de ambos partidos. Con el paso del tiempo sus discursos se hacen incendiarios. Desde la tribuna, en mangas de camisa, él remata sus arengas con “¡Contra la oligarquía, a la carga!”. A pesar de ello, aboga por un cambio pacífico. Cuando se le daba como favorito a la presidencia de la república, el 9 de abril de 1948 es asesinado en Bogotá.

Un detalle insólito: La ley estadounidense permite a sus ciudadanos examinar, después de ciertos años, los documentos que poseen organismos públicos como la CIA, el FBI, o el Departamento de Estado. La CIA tiene información sobre la muerte de Gaitán pero hasta el día de hoy se niega a revelarla.

El asesinato de Gaitán provoca una insurrección generalizada -que Washington atribuye al “comunismo internacional”-, y una guerra civil a la que se ha llamado “La época de la violencia” (1948-1957): unos 300 mil muertos quedan tirados en los campos. En ese tiempo de horror y Apocalipsis los liberales y comunistas, señalados como objetivo, son destinados al suplicio.

Como complemento del poder, políticos y terratenientes utilizan a policías que, en uniforme o en civil, demuestran una crueldad sin límite. Se les conoce como chulavitas. También a sueldo de los mismos, los llamados pájaros van “volando” de región en región haciendo del terror su compañera.

Condenados a muerte, casi vencidos, y dispersos en un primer tiempo, los opositores entienden que una lucha gigantesca ha empezado. Han sido abofeteados, tratados de hez de la sociedad, perseguidos como a vagabundos importunos. Los miles de miserables que no poseen nada, y para quienes el respeto a la vida y un pedazo de tierra es suficiente, se suman a otros perseguidos que, armados de escopetas y machetes, se están organizando en incipientes grupos. Esos, que en realidad sólo tratan de subsistir y defender la vida de sus pequeñas comunidades, ahora van a combatir. Influidos por la revolución cubana, varios intelectuales y estudiantes los apoyan.

En 1964, para acabar con esta revuelta, la de esa guerrilla de campesinos insumisos a los cuales se les denominó “moscovitas”, Estados Unidos dona 300 millones de dólares, envía asesores y armamento. Se implementa la Operación Marquetalia. En 1999, Estados Unidos aportó 1.600 millones de dólares para impulsar el llamado “Plan Colombia”. Hasta el 2006 ya había gastado 4 mil millones de dólares en el Plan. Sin más resultados que en 1964.

Se sigue diciendo que la inmensidad de las llanuras, los obstáculos naturales, la presencia de selvas inexploradas, hace imposible aniquilar a los guerrilleros. Pero no a la población civil.

Al año siguiente, 1965, para luchar contra esos “subversivos”, los consejeros militares estadounidenses sugieren la creación de organizaciones civiles armadas. Ya no se les llama pájaros o chulavitas, sino “autodefensas”, legalmente reconocidas.

En una fecha tan lejana como es el 2 de septiembre de 1958, esos campesinos guerrilleros le hacían llegar una carta al presidente Alberto Lleras Camargo: « la lucha armada no nos interesa, y estamos dispuestos a colaborar por todas las vías a nuestro alcance en la empresa pacificadora que decidió llevar este gobierno. » Entre los firmantes, Manuel Marulanda Vélez, actual jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC.

En carta al Parlamento, con fecha del 20 de julio de 1984, y mientras negociaban con el presidente Belisario Betancur, las FARC anuncian el lanzamiento de un movimiento político nacional, la Unión Patriótica, UP. La intención de esa guerrilla era, junto a otros partidos y movimientos democráticos, ir ingresando a la vida política legal. Este trabajo de Hernando Calvo Ospina cuenta en detalle cual fue su destino. Una tragedia para tres mil militantes, simpatizantes y dirigentes de la UP, víctimas de escuadrones paramilitares... Pocos, realmente, pertenecían a las FARC. Una intransigencia política total de la clase dirigente.

Se dice que Colombia constituye una excepción notable en América Latina: sólo ha vivido cinco golpes de Estado desde su independencia de la Corona española. En 1958 se depuso al general Gustavo Rojas Pinilla, y desde entonces el gobierno ha estado siempre en manos de civiles. Rige cierto modelo democrático. Sin embargo, tan solo en cuatro años fueron asesinados cuatro candidatos a la presidencia: Jaime Pardo Leal (1987), Luis Carlos Galán (1989), Carlos Pizarro y Bernardo Jaramillo (1990). Con sus particularidades, todos reclamaban reformas. Extraña concepción de lo que es una democracia...

Es que, sobrealimentados y avaros, incapaces de confrontar la realidad, ricos y poderosos piensan que los civilizados dignos de ese nombre pueden, para reducir y acabar con los “bárbaros”, utilizar bárbaros más bárbaros que ellos. Así lanzan las hordas de paramilitares, que son las mismas “autodefensas”, y les permiten que hagan alianza con los barones de la cocaína para que ayuden a financiar “su” guerra. Las Fuerzas Armadas los convierte en parte de su cuerpo, corazón y alma. Por eso los equipa, los instruye, los informa, los apoya... Con el pláceme de un gran sector de la clase política y de los gremios económicos.

Los paramilitares se ensañan con la población civil rural. Sistemática y calculadamente van acabando con la oposición política legal. Así estos seudo clandestinos, que se hacen llamar Autodefensas Unidas de Colombia, AUC, bajan uno a uno todos los escalones que separan lo humano de la bestia. El terror tiene que golpear en el corazón de quien pueda ser enemigo en potencia. Asesina a uno y asustarás a mil.

En diciembre de 1997, el presidente Ernesto Sámper Pizano anuncia la creación de un “bloque especial de búsqueda” para capturar a los jefes paramilitares. Promete que esos grupos “serán perseguidos hasta en el infierno.” Todo queda en intenciones. Tres años después, Phil Chicola, jefe de la oficina de Asuntos Andinos en el Departamento de Estado, estima que “según la ley de Estados Unidos, estos grupos deben cometer actos que amenazan los intereses nacionales estadounidenses para poder ser incluidos formalmente en la lista [de grupos terroristas].” [1]

En cambio, en 1982 el embajador estadounidense en Bogotá, Lewis Tambs, sin pruebas, trató de “narcoguerrilla” a las FARC. Por decisión del presidente George W. Bush, esa guerrilla y el otro grupo insurgente, el Ejército de Liberación Nacional, ELN, se convierten en “narcoterroristas” después del 11 de septiembre 2001. Dos pesos, dos medidas.

¿“Narcoguerrilla”? ¿“Narcoterroristas”? ¿Ex revolucionarios descarriados? Provocando el empobrecimiento de importantes sectores de la población, los sucesivos gobiernos han favorecido el cultivo de la coca y las actividades ligadas al tráfico de cocaína. Pero son muchos los que tienen las manos metidas en el “negocio”: los militares, bastantes políticos de derecha y los sectores económicos. Bien metidas las tienen los paramilitares. Y aunque en una muy mínima medida, algún sector de la guerrilla también se ha untado con el pretexto de ayudar a financiar la causa.

Me conformaré con citar las palabras de Daniel García Peña, quien en 1997 dirigió una Comisión exploratoria para definir los términos y condiciones de posibles conversaciones de paz, bajo la presidencia de S

Sámper: “El discurso mil veces repetido sobre una guerrilla sin ideales y convertida en organización mafiosa es falso. Se trata de una organización político-militar que, como la guerra cuesta caro, impone su impuesto revolucionario sobre la cosecha [de coca], pero no tiene ninguna participación en el tráfico. Si se tratara de un cartel, no tomaría pueblos ni adelantaría operaciones militares.” Un poco más tarde, el 18 de mayo de 2003, el enviado especial del secretario general de Naciones Unidas, James Lemoyne, afirma: “La columna vertebral de la principal guerrilla del país se compone de personas comprometidas ideológicamente.”

Todo conflicto político se termina en una mesa de negociaciones. Y por qué no, ya que son necesarias, con reformas sociales. Eso no sucede en Colombia. Con un empecinamiento en extremo sorprendente, cada gobierno le ha declarado la guerra a las guerrillas; ha multiplicado los gastos militares; les ha subido el sueldo a las Fuerzas Armadas... Y cada presidente, desde mediados de la década de los sesenta, ha prometido acabar con la guerrilla antes del final de su mandato. Para constatar, al partir, ¡qué la oposición armada es más fuerte que cuatro años antes!
La injusticia social la ha nutrido. Y, también, sin duda, la represión indiscrimada y ciega.

Nada. Aquí nada se debe al azar. La “limpieza” política realizada por el ejército y los paramilitares ha vaciado de campesinos pobres a muchas regiones colombianas. Hombres y mujeres que cometieron uno de estos “errores”, o todos juntos: vivieron en territorios inmensamente ricos; se organizaron para exigir sus derechos; militaron o dieron su voto a formaciones políticas de oposición; o quizás -quizás- simpatizaron con las guerrillas. Sus tierras pasaron a manos de terratenientes, jefes paramilitares, y de representantes de poderosos intereses económicos.

El azar no existe. En 1997, evocando el futuro de las relaciones comerciales entre Colombia y Estados Unidos, el embajador estadounidense Myles Frechette declaraba: “Mi gobierno invita con insistencia al gobierno colombiano a que abra lo más ampliamente posible el mercado de las telecomunicaciones en el marco de la ley colombiana, o de ser necesario que cambie la ley para adoptar las reglas adecuadas y efectivas de competencia.” [2] Luego reclamó lo mismo para el petróleo, la energía y la agricultura. Dos años más tarde, una de las exigencias de la enmienda al Plan Colombia que imponen algunos senadores estadounidenses, es que se les dé la prioridad a las inversiones extranjeras, y en particular al sector de la industria petrolera. El Consortium US Columbia Business Partnership –Occidental Petroleum Company, BP, Caterpillar, Bechtel & Pfizer- defendía con toda fuerza la adopción del Plan.

Todo fue aceptado. Y más: las Fuerzas Armadas y sus paramilitares se encargaron, con el apoyo del Plan y de los asesores estadounidenses, de incrementar el vaciado de campesinos e indígenas en las extensas zonas petroleras.

Dando también entera satisfacción a quienes “ordenan”, el presidente Álvaro Uribe Vélez, “negocia” desde el 2006 un Tratado de Libre Comercio con Washington. Su firma será como un asesinato a la economía colombiana...

Este mismo presidente le ofrece una reinserción “suave” a los paramilitares. Washington no se opone, aunque ya los tiene incluidos en su lista de organizaciones terroristas. Al contrario, sus diplomáticos participan en varios actos públicos con jefes paramilitares, cuya extradición pide su gobierno por narcotráfico. Es que no sólo han masacrado poblaciones: los paramilitares se han convertido en el cartel de droga más poderoso de Colombia. Washington se contenta con hacer esporádicas declaraciones. Los paramilitares no han atacado ni el mínimo de sus intereses estratégicos en Colombia: los han cuidado como si fueran suyos.

Entonces el presidente Uribe Vélez ha tenido manos libres para firmar la ley de Justicia y Paz, 21 de junio de 2005. Esta les otorga a los “paras”, también acusados de crímenes de lesa humanidad, una casi impunidad, la legalización de sus fortunas y una jubilación dorada. A pesar de que en cuatro años, desde que firmaron un “cese al fuego” el 15 de julio de 2003, hayan cometido unos 3 mil asesinatos más.

Pero, ¿este gobierno hubiera podido ser menos bondadoso con el paramilitarismo? Fue este gobierno, como los que le precedieron, quien derramó esa plaga sobre el pueblo. Fue el Estado quien formó, fomentó, animó y protegió al paramilitarismo. Porque el paramilitarismo es una estrategia estatal, avalada y apoyada por Washington, para el beneficio de los poderosos conglomerados económicos. Han sido aliados en la destrucción y la muerte para compartir el botín.

Pero se dejó que los paramilitares se convirtieran en poderosos señores de la guerra. Y esos jefes mafiosos, que casi ni aceptan el mínimo castigo, y menos aún ser los únicos en cargar con toda la culpabilidad, lanzan una amenaza a quienes los criaron y dirigieron: si la justicia se “encarniza” con ellos, podrían revelar sus inmensos secretitos.

A partir de documentos confiscados a uno de ellos, “Jorge 40”, marzo 2006, se llevó a cabo la detención de varios diputados y senadores de la costa atlántica, todos ligados a los partidos que apoyan al presidente Uribe Vélez. Desde ese momento el fuego se extendió sobre hierba seca, porque comenzó el escándalo conocido como la “Parapolítica”. Por culpa de su padre y hermano, inculpados de relaciones con los paramilitares, la ministra de Relaciones Exteriores, Maria Consuelo Araujo, ha debido renunciar. Por las mismas razones Jorge Noguera, ex jefe de la policía política -Departamento Administrativo de Seguridad, DAS, que depende de la presidencia de la República-, uno de los protegidos del presidente, fue encarcelado.

Son unas muestras. Pero la lista que señala acusadoramente a la clase política tradicional colombiana, en especial a los aliados del presidente Uribe Vélez, es muy grande. La hecatombe judicial continúa, y toca a senadores, diputados y muchos altos funcionarios de Estado. Sin dejar por fuera a mandos militares y de policía.

Cierta cantidad de “personalidades” tiene cada día más dificultad en tragar saliva. Han descubierto que el perro que los cuidaba ayer, los amenaza hoy. Para impedir posibles revelaciones, 59 jefes paramilitares fueron trasladados, de repente, del centro vacacional donde habían sido concentrados, hacia una prisión de alta seguridad. Entonces anunciaron, el 7 de diciembre 2006, que consideraban el “proceso de paz” como terminado. El presidente Uribe dice que debe seguir.

Acorralado por las constantes revelaciones, el presidente Uribe responde con ataques, y se ensaña en quienes no debe. Acusa a los movimientos de defensa de los derechos humanos y a la izquierda legal, como al Polo Democrático Alternativo, de pactar “con los terroristas”. Parece que no le importa que con ello haga correr a sus miembros inmensos peligros: Al menos que sea algo deliberado. Desde hace algunos meses nuevos escuadrones de la muerte surgen por todo el país, que ya amenazan y van asesinando a los opositores...

Sin parar la arremetida, el jefe de Estado se fue contra la Corte Suprema de Justicia. Su presidente, Cesar Julio Valencia, se vio obligado a reaccionar en octubre 2007, rechazando acusaciones de Uribe Vélez. Le dijo al presidente que con ellas pretendía obstruir la acción de la justicia, en el cuadro de las investigaciones adelantadas sobre “parapolítica”. Es que los jueces estaban pisando huellas profundas de las relaciones existentes entre jefes narco-paramilitares y demasiados parlamentarios: 17 presos y más de 40 judicializados, todos pertenecientes a grupos políticos pro-Uribe. Sin contar a gobernadores y alcaldes presos “uribistas”.

No cabe duda que apenas comienza el forcejeo. ¿Quién sabe si las importantes revelaciones hechas en este libro por Hernando Calvo Ospina, sobre los mecanismos del terrorismo de Estado en Colombia, no serán a corto o mediano plazo confirmadas por los propios implicados? Por tanto este trabajo es sumamente valioso. Más aun, su atenta lectura es indispensable para entender la tragedia del pueblo colombiano.

Traducción del francés: Karine Álvarez.

“Colombia, laboratorio de embrujos. Democracia y terrorismo de Estado”. Editorial Akal-Foca. Madrid. “El terrorismo de Estado en Colombia”. Fundación Editorial El Perro y la Rana. Caracas.

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[1] El Tiempo, Bogota, 1 de mayo 2000.
[2] Apolinar Díaz Callejas, "Colombia bajo doble fuego: crisis interior y señorío de EE UU". Papeles de cuestiones internationales, N° 62, Madrid, 1997.

Pobreza extrema en Estados Unidos

Basándose en las últimas cifras disponibles del censo de Estados Unidos, que datan de 2005, los periódicos McClatchy han realizado un estudio que confirma que el número de norteamericanos extremadamente pobres creció un 26 por ciento ent4re 2000 y 2005. Cifras muy altas para el país que se considera el más avanzado del mundo.

Hablamos de ello con Higinio Polo, doctor en Historia contemporánea.

¿A qué es debido este hecho en un país donde las corporaciones están obteniendo ganancias millonarias?

-No es nada nuevo, porque históricamente siempre ha sido así en los Estados Unidos. El capitalismo norteamericano ha resuelto las épocas de crisis despidiendo a centenares de miles de trabajadores, desviando los recursos del Estado hacia la empresa privada, recortando los programas sociales, aunque una parte haya sobrevivido e incluso se hayan utilizado como instrumentos de relanzamiento de la economía, como ocurrió durante el New Deal de Roosevelt. También, ha respondido con el aumento de los gastos militares y el recurso a nuevas guerras. Eso, ahora, tiene una consecuencia inmediata sobre los trabajadores, recortando derechos sociales, recurriendo al despido de decenas de miles de obreros.

Como usted dice, mientras muchas grandes empresas han conseguido beneficios astronómicos (aunque otras, a causa de una nefasta gestión empresarial, han cosechado pérdidas), para los ciudadanos la situación empeora progresivamente. El IWPR, un Instituto de Investigaciones Políticas sobre la Mujer, de Washington, considera, por ejemplo, que, sin las ayudas del Seguro Social, casi la mitad de las mujeres que superan la edad de jubilación pasarían a ser indigentes. Aunque las dificultades para una buena parte de la población no son nuevas. En un famoso artículo que publicaron hace ya diez años los sociólogos Gunnar Almgren, Avery M. Guest y Jun M. Uses, demostraron que un ciudadano negro sin trabajo de los barrios pobres de Chicago o de Harlem tendría más posibilidades de seguir viviendo en Bangla Desh, uno de los países más pobres del mundo, que en su propio barrio.

-¿Cómo está afectando la caída del mercado inmobiliario en la creación de más pobreza?

-De dos formas: por una parte, muchas familias se revelan incapaces de pagar sus hipotecas, puesto que el servicio de su deuda ha aumentado; por otra, la caída del valor de muchas propiedades y de los préstamos incobrables ha contaminado al resto de la economía, aumentando los desequilibrios y el despido de miles de personas en un proceso que no ha terminado. Pero los problemas son anteriores al gobierno Bush, aunque éste los haya agravado. Hay que recordar que Clinton y su secretario de Vivienda, Henry Cisneros, llevaron a cabo una política de reducción de vivienda pública y de expulsión de los barrios de muchas ciudades de las familias y grupos sociales considerados problemáticos, hasta el punto de que algunos estudiosos han llegado a hablar de “limpieza étnica”, lo que generó en todo el país una mayor marginación de los trabajadores más pobres. Los ghettos de miseria en Estados Unidos, que son desconocidos por la opinión pública europea, son una úlcera sangrante en el país.

En otros casos, como en Nueva Orléans, a la catástrofe del huracán Katrina ha seguido una política neoliberal que ha dejado en la calle, literalmente, a gente que había perdido sus viviendas: sólo se ha proporcionado vivienda nueva a una minoría, y la reconstrucción de la ciudad pretende hacerse a costa de los trabajadores negros, cuyo número se quiere reducir: dónde van a ir parece ser algo que no preocupa al gobierno. Además, los gobernantes pretenden abandonar la idea de reconstruir miles de viviendas de alquiler de los barrios pobres de Nueva Orléans: es una catástrofe más para la población negra pobre. Hay que decir que unas ochocientas mil personas carecen de vivienda y malviven tirados por las calles de todas las ciudades del país.

El coste de la vivienda es un enorme problema social. El diario USA Today publicaba, el 24 de octubre de 2007, que los problemas de la vivienda afectaban a más del sesenta por ciento de la población del Oeste del país y al cincuenta y cinco por ciento de los ciudadanos del Este. La crisis de las hipotecas basura, o subprime, ha agravado esa situación, que, además, está contaminando a otros sectores económicos. En el sector bancario y financiero, Citigroup, Merrill Lynch y JP-Morgan Chase han anunciado que despedirán, o han despedido ya, a decenas de miles de trabajadores.

-El aumento de la extrema pobreza no sólo se da en ciudades, sino que también crece en áreas urbanas y suburbanas. ¿Cómo hay que traducir estos datos?

-Es cierto. Hay que recordar que el propio ministerio de Agricultura de Estados Unidos publicó un informe a finales de 2007 donde se informaba que 35 millones de ciudadanos (casi 13 millones de niños entre ellos), pasaron hambre en 2006. Es un dato escalofriante en un país que pretende ser el más rico y poderoso del planeta. Por eso, perder el trabajo o caer enfermo es, cada vez más, sinónimo de caer en la pobreza, tal vez de la definitiva marginación social. El intento de Bush para que arraigue en los ciudadanos la idea de la posible bancarrota y hundimiento de los organismos que ayudan a los más pobres para privatizar después el Seguro Social es una seria amenaza para el futuro, puesto que tanto el Partido Republicano como el Partido Demócrata comparten una visión social muy similar: ambos difunden la falsa idea de la supuesta autosuficiencia de cada ciudadano que, trabajando duro, saldrá adelante, aunque la realidad social muestra que no es así: la pobreza sigue aumentando. El país es cada vez más desigual e injusto: las estadísticas de 2005 indicaban que el cincuenta por ciento de la población, los más pobres, recibió sólo el 12,8 por ciento de los ingresos totales del país.

-¿Qué programas sociales tiene EEUU, si los comparamos con los de la Europa desarrollada?

Hay muchos, aunque cada vez menos, y se está limitando la protección que dan los que se mantienen. Existen las ayudas para alimentos para las personas pobres, programas de atención médica para niños pobres; también existen decenas de programas de formación para el empleo, algo que se considera básico para salir de la pobreza, etc, aunque, insisto, con el gobierno Bush se han recortado. Por eso, la lógica de recorte de impuestos, sobre todo para los más ricos, que defiende el gobierno está haciendo que se debilite la capacidad del Estado, que consigue una recaudación menor, para ayudar a los millones de personas que están en la pobreza o que pueden caer en ella. Sólo en la ciudad de Washington, la quinta parte de sus habitantes vive en la pobreza.

Según el propio Buró del Censo norteamericano, en 2007 el número de pobres se acercaba a los cuarenta millones de personas, muchas de ellas hacinadas en peligrosos ghettos urbanos y en las zonas degradadas de las grandes ciudades. La sanidad es otro problema sangrante: en todo el país hay unos 45 millones de personas que no tienen acceso a la sanidad. Hay situaciones desesperadas. Por eso, las autoridades de algunos Estados impulsan medidas que en Europa pueden parecer una broma, pero que están dentro de ese “conservadurismo caritativo” del que hablan los portavoces del capitalismo norteamericano. En el estado de Oregón, por ejemplo, se ha organizado un sorteo (¡una lotería!) para conceder diez mil seguros médicos gratuitos, aunque, sólo en ese estado, hay más de seiscientas mil personas sin ningún tipo de cobertura sanitaria.

-¿Qué medidas concretas se están poniendo en marcha en EEUU con respecto a sus ciudadanos para paliar esta situación actual?

Por increíble que parezca, y aunque siguen existiendo muchos de esos programas de ayuda a los más pobres, la política del gobierno Bush en todos estos años ha consistido básicamente en una transferencia de recursos sociales hacia los más ricos. Se les ha reducido los impuestos y la política económica del país ha estado a su servicio. No hay la menor intención en combatir las verdaderas causas de la pobreza, porque eso haría aflorar las enormes injusticias del capitalismo norteamericano, y la política de parches, de transferir la responsabilidad por su situación al propio ciudadano, junto con la ferocidad del sistema empresarial norteamericano hace el resto. Recuérdese, por ejemplo, que muchas empresas norteamericanas se niegan a contratar a personas que hayan cumplido condenas carcelarias, que son millones en Estados Unidos, de manera que, por ejemplo, es muy difícil que un hombre negro joven que haya tenido problemas con la justicia vuelva a encontrar trabajo: su futuro será un ghetto urbano, la delincuencia, la droga, el alcoholismo y, a veces, la muerte violenta. La violación de los derechos humanos es una práctica constante en el país.

-La agresiva política exterior estadounidense, ¿es un modo de desviar la atención fuera de sus propias fronteras?

Sin duda, aunque también la violencia en el interior de los Estados Unidos continúa teniendo unas proporciones dantescas: en 2006, se produjeron en el país 1.400.000 delitos violentos, de forma que es uno de los países más peligrosos del mundo para sus ciudadanos. Unas treinta mil personas mueren cada año asesinadas con armas de fuego. Según fuentes del Departamento de Justicia, el país alcanzó, a finales de 2006, un total de 2.226.000 reclusos, lo que supone la cuarta parte de todos los presos del mundo. Hay, además, millones de personas que están en situación de libertad vigilada. Por añadidura, los derechos humanos más elementales se vulneran con frecuencia en las prisiones. El diario Los Angeles Times informaba el 20 de septiembre de 2007 de que, sólo en las cárceles de California, durante 2006, habían muerto 426 presos por falta de atención médica adecuada. Para personas poco informadas puede parecer una exageración, pero lo cierto es que Estados Unidos se ha convertido en un universo carcelario.

Estados Unidos, además, ha basado su expansión internacional en el recurso a la guerra: es el país que, en el siglo XX y en lo que llevamos del siglo XXI, más agresiones militares y guerras ha protagonizado. Sólo en los últimos años, ha invadido Yugoslavia, Afganistán e Iraq, además de lanzar diferentes operaciones militares en otros lugares del mundo. Es sabido que Estados Unidos gasta más en armamento que todos los demás países de la Tierra juntos: multiplica por diez el gasto militar chino, por ejemplo. Sirve para desviar la atención, pero, además, la guerra es un recurso estratégico de los Estados Unidos.

París, mayo de 1968: Vázquez de Sola estuvo allí

inSurGente (Iñaki Errazkin).- El periodista y dibujante Andrés Vázquez de Sola (en la fotografía) fue uno de los pocos españoles que SÍ estuvo en París durante los sucesos de mayo de 1968. Cuarenta años después, cuenta sus impresiones en exclusiva para inSurGente.

Iñaki Errazkin entrevista a Andrés Vázquez de Sola

P.- Maestro: Tú fuiste uno de los pocos españoles que vivieron in situ el llamado Mayo Francés, ¿qué hacías allí?

R.- Vivia mi exilio dorado del que no debí salir nunca.

P.- ¿Es verdad que bajo los adoquines está la playa?R.- Esa segunda Revolución Francesa está tan llena de contradicciones que sólo se puede hablar de ella en coña. La parte positiva era ver a los franceses, siempre tan distantes, tan estirados, aproximarse sin complejos a los corrillos repartidos por todo el Barrio Latino, en donde podiamos tropezarnos y entablar conversación con Jean Paul Sartre, con Simone de Beauvoir, con Jean Louis Barrault, con la otra gran Simone, la Signoret, o con su marido, Yves Montand. Todo el mundo se llamaba camarada y se tuteaba. Los obreros no reivindicaban aumento de salarios, sino, como estaba escrito en la enorme explanada de Renault en caracteres que sólo podían leerse desde el aire, DIGNIDAD. Los enseñantes en huelga, tampoco: Su exigencia era relativa a una reforma pedagógica que les permitiera enseñar y educar mejor a sus alumnos... Ésta es la parte subjetivamente positiva de esta revolución que comenzó porque los estudiantes internos en la Universidad de Nanterre pretendían seguir en la cama con sus novias, sus parejas o sus ligues después de las diez de la noche, saltándose el límite establecido por las normas vigentes hasta entonces.

P.- ¿Qué pasó con el espiritu del 68? ¿Se fue a tomar copas con el de Ermua?

R.- Los estudiantes, huelguistas o juerguistas, no eran en el fondo sino unos minifachas vestidos de anarquistas de derechas, la prueba: dónde han acabado todos. Pero, esto dicho, si los partidos políticos y los sindicatos hubiesen estado a la altura, viendo la respuesta popular, habrían podido hacer una verdadera revolución, incruenta, aunque el NODO diera imágenes dantescas de las manifestaciones y la supuesta represión. De Gaulle, perro viejo, sabía que era mejor no dramatizar, sino esperar a que se aproximaran las vacaciones y los huelguistas exigieran la apertura de las gasolineras: Lo consiguió. Como los sindicatos triunfaron pírricamente consiguiendo aumentos salariales ridículos que, por otra parte, nadie había pedido...

P.- Cuéntanos cierta anécdota sobre Jean Paul Sartre...

R.- Sartre, como cualquier persona generosa, tomó partido hasta mancharse, como diria gabriel Celaya. La Policia no se atrevía con él, aunque se metiera él mismo en el furgón, pero la derecha cerril se la tenía jurada. Creo que en tu pregunta me pides que te hable de mi relación –indirecta- con Sartre: Pues bien, yo iba a comer a diario al Dôme, justo antes de que Sartre pasara frente al restaurante, para dirigirse a La Coupole. Entonces yo, devoto lector del pequeño y malformado –en el sentido físico- filósofo, salía discretamente y lo escoltaba a cierta distancia, hasta verlo entrar sano y salvo en su restaurante preferido, donde lo esperaban sus amigos. Posteriormente, Simone de Beauvoir tuvo conocimiento de mi condición de guardaespaldas espontáneo de su compañero.

P.- Han pasado cuarenta años, ¿cómo ves el mundo en mayo de 2008?

R.- Sea cual sea el juicio que hoy, cuarenta años después, podamos hacer de aquel mayo de 68, para quienes lo vivimos en aquel entonces era muy distinto, era apasionante. Aunque fuera una gamberrada, una boutade estudiantil de corte anarco-fascistoide y terminara en agua de borrajas, pienso que si hoy día se repitiera y lanzáramos los adoquines adecuadamente, tal vez llegaríamos a la playa...

Por una memoria viva de Mayo del 68

Amador Fdez.-Savater y David Cortés

En su 40º aniversario, Mayo del 68 no pasa desapercibido. Por el contrario, la disputa de interpretaciones sobre su sentido está resultando feroz. Nada que ver, por ejemplo, con lo ocurrido en 1998. ¿Por qué? ¿Debido a las famosas declaraciones de Sarkozy, en las que Mayo se convertía en el chivo expiatorio de la fragilización contemporánea de las relaciones sociales? ¿Al renacer de una conflictividad social que busca su propia memoria? En todo caso, está claro que Mayo del 68 tiene mucho que decir sobre nuestro presente. O bien que nuestro presente gusta de contarse a sí mismo a través de la referencia a Mayo.

En Francia, junto a la conmemoración típicamente oportunista, hay todo un impulso por rescatar la complejidad del acontecimiento, sepultada a lo largo de 40 años bajo los iconos de barricadas, adoquines, enfrentamientos en el Barrio Latino y pintadas. Se han publicado libros sobre el Mayo obrero, sobre el Mayo en provincias, etc. En España, siempre previsible, se pueden contar con los dedos de una mano las iniciativas tras la que hay un verdadero trabajo de investigación, reflexión y -no digamos ya- de recreación de una memoria viva desde el presente. El opinódromo generalizado ejerce como pantalla que impide escuchar directamente al propio Mayo. Así opera la censura hoy: una sobresaturación de ruido que imposibilita toda construcción autónoma y profunda de sentido.

Distingamos ahora muy a grandes rasgos dos lecturas de Mayo: despolitizadora y militante.

La lectura despolitizadora se muestra sin tapujos en los suplementos culturales que han dedicado a Mayo los grandes periódicos en las últimas semanas. En ellos se concentran todos los clichés que expurgan al acontecimiento de su violencia intempestiva sobre nuestro presente: Mayo se interpreta como conflicto generacional, revuelta hormonal, modernización cultural, hedonismo individualista, reivindicación implícita del consumo, etc. No por casualidad, a cargo de la difusión de esta lectura están todos los arrepentidos de la crítica social que ocupan desde hace 30 años el primer plano de los media, la enseñanza, la cultura o el pensamiento. ¿Quién iba a esforzarse más que ellos en difuminar los contornos de un movimiento que recusó profundamente al intelectual como experto, palabra autorizada, voz de los sin voz y productor de consenso ("la democracia-mercado es lo que hay, punto")? Su nostalgia de Mayo es puro maquillaje: sólo hay que leer sus análisis de los conflictos contemporáneos, ya sea el zapatismo, el 13-M o la revuelta en las banlieues francesas.

Por el contrario, la lectura militante de Mayo se encarna en largas trayectorias políticas que han esquivado el destino de la normalización, el cinismo o la autodestrucción. Sufre terriblemente el secuestro de la historia a manos de la versión oficial y reivindica la memoria de Mayo como seña de identidad capaz de orientarnos en tiempos confusos. Busca continuidades y puentes con las luchas actuales. Habla de recomponer la fuerza antagonista y transformadora de la izquierda. Valoriza sobre todo el Mayo militante y señala en ocasiones que el déficit de politicidad del movimiento consistió en no abordar seriamente la cuestión de la organización y la toma del poder. Su aportación es muy valiosa en varios puntos (personal, histórico.), pero políticamente no puede llevarnos muy lejos. Porque el hilo se ha roto, volaron los puentes y establecer continuidades literales sólo genera tristeza por comparación: antes se luchaba, ahora no. No hay nada que recomponer, la derrota de los movimientos de los años sesenta y setenta obliga a repensarlo todo de nuevo. En un contexto completamente trastocado: la gran transformación de la sociedad-fábrica a la sociedad-red operada durante los últimos 40 años.

¿Puede darse otra relación con la memoria de Mayo que no pretenda borrar su contenido político ni use el recuerdo como un hilo con el que coser la identidad perdida?

La verdadera fidelidad no pasa por repetir, sino por volver a crear. Y muchas veces la nueva creación es ininteligible para el creador anterior. Así, Mayo desconcertó a mucha gente que había participado en el Frente Popular en 1936 o en las movilizaciones contra la Guerra de Argelia. Nadie lo vio venir. No respondía a ninguna situación acuciante de necesidad material. Tampoco fue la gota que colmó el vaso tras un proceso clásico de acumulación de fuerzas. Desbordó una y otra vez a las estructuras militantes (organizativas, cognitivas).

Por eso, Mayo no es una respuesta, un patrimonio ni una lección, sino un exceso, una interrogación, una discontinuidad, un desafío, una apertura de la historia que nos atraviesa hoy. ¿De qué modo? Proponiéndonos re-pensar lo político a distancia de la política.

¿Qué dice y muestra cotidianamente la política como espectáculo del sistema de partidos? Por un lado, están los capaces y los que saben. Por otro, están los ignorantes, las víctimas, los espectadores. Carne de cañón.

¿Qué dice y muestra lo político? Que todos somos igualmente capaces.

Si nos acercamos directamente al Mayo, saltándonos las mediaciones de sentido de los expertos en desinformación, si por ejemplo leemos la historia de los Comités de Acción, vemos alguna película de los Grupos Medvedkin o escuchamos relatos de la insubordinación obrera contra el trabajo alienado, lo que sentimos vibrar es el poder de cualquiera (J. Ranciére).

Hoy, actualizamos la potencia de lo político liberada en Mayo cada vez que rechazamos que unos acumulen poder a costa de la pasividad del resto. Siempre que salimos de nuestros circuitos cerrados y tejemos lo común con el otro. Cuando tomamos la palabra sobre lo que nos afecta y desafiamos al sistema de representación (político, mediático, cultural o sindical) que nos la roba cotidianamente. El recuerdo de la autonomía social es lo que pretende erradicar la memoria oficial, porque su actualización creadora hace temblar a las élites que viven de decirnos lo que debemos ver, sentir y pensar.

http://blogs.publico.es/dominiopublico/Amador Fernández-Savater y David Cortés son responsables del proyecto Con y contra el cine. En torno a Mayo del 68

(http://www2.unia.es/arteypensamiento/)